(2) LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA, de Daniel Sánchez Arévalo.

DÍA DE BODA
El madrileño Daniel Sánchez Arévalo, considerado uno de los mejores cineastas del actual panorama cinematográfico patrio, configura en su nueva comedia una de las radiografías más delirantemente certeras, tan lúcida como esperpéntica, del ámbito familiar de la “cultura española” que recuerde desde los tiempos añejos del tándem Azcona-Berlanga. Una accidentada boda celebrada durante la histórica final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica es la coartada que el director nos propone para revelar nuestra verdadera naturaleza, mostrándonos tal y como somos: inquietos, inseguros y desorientados ante los conflictos amorosos, familiares, laborales y existenciales de la vida cotidiana, enfermos de una especie de angustia existencial crónica de la que no sabemos escapar.
La gran familia española es el paródico retrato de un variopinto y numeroso clan que se enfrentará a un cúmulo de dilemas y sorpresas que depara un día histórico para el fútbol español. Excéntricos triángulos amorosos, fuertes emociones enfrentadas, viejos secretos y muchos golpes de humor se van sucediendo con la narración del partido de fondo en un filme en el que el realizador busca, y en muchos momentos encuentra, el frágil equilibrio entre el drama y la comedia.
Lástima que el desarrollo de semejante embrollo argumental, repleto de pequeñas subtramas, sea tan irregular. Alguna de las cuales, como la secuencia de baile —homenaje a Siete novias para siete hermanos (1954), hilo conductor junto al evento deportivo—, puede producir sonrojo, y unos guiños al camarero de El guateque (1968) que apenas encajan en el montaje final. Por el contrario, existen virguerías narrativas que evocan a la mejor faceta del responsable de AzulOscuroCasiNegro (2006): el montaje paralelo de la desternillante secuencia de la doble explicación de los novios, perfecta en sus réplicas y contrarréplicas, se encuentra entre el retrato de lo extravagante de Wes Anderson y de lo políticamente incorrecto de Judd Apatow. El particular sello del realizador acaba imponiéndose, caracterizado por un buenismo travieso, con chispa, capaz de caer bien y no resultar blandengue, alejado del rancio costumbrismo cañí.
Resumiendo, La gran familia española es una comedia de brocha gorda que aborda las dificultades y problemas que asolan la institución familiar, afortunadamente utilizando el fútbol como excusa. Reforzado por un nutrido y sólido elenco de actores, su mayor virtud es la intensa dialéctica entre personajes y el ritmo ágil que apenas varía a lo largo del metraje. No es la mejor obra de Sánchez Arévalo, pero se aprecia su huella.
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