(2) JUSTIN Y LA ESPADA DEL VALOR, de Manuel Sicilia.

ASPIRANTE A CABALLERO
Resulta innegable que la animación española ha experimentado en los últimos años una sorprendente transformación, tanto en el apartado técnico como en el de contenidos, hasta el punto de que ya es capaz de ofrecer al espectador producciones que “parecen” estadounidenses, compitiendo en igualdad de condiciones frente a la todopoderosa industria USA, léase Planet 51 (2009) o Las aventuras de Tadeo Jones (2012).
Sin desmerecer el logro alcanzado, al imitar sus fórmulas de éxito, sus procesos productivos y sus campañas de marketing la industria patria ha declarado su mayoría de edad, pero renunciando al riesgo, a la originalidad y a la propia identidad. Quizás el próximo paso sea, una vez asumida la fría lógica mercantil y enseñado músculo en el mercado internacional, la experimentación a nivel discursivo y/o temático, en un género que por su amplísima demarcación queda todavía mucho terreno que recorrer.
El responsable del film que nos ocupa, un relato caballeresco de factura técnica intachable, es Miguel Sicilia, fundador y director creativo del estudio de animación granadino Kandor Graphics, que ha demostrado su savoir faire en la dirección con la valiosa El lince perdido (2008), Goya a la mejor animación española, y en la producción con el destacable cortometraje animado La dama y la muerte (2009), con el que dio un meritorio salto técnico determinante en su proyección posterior.
Así, en la línea de solventes animaciones norteamericanas que revisan con mayor o menor fortuna los cuentos infantiles de toda la vida, Justin y la espada del valor narra una simpática pero previsible peripecia juvenil en el que el hijo inconformista de un abogado incumple la voluntad de su padre para hacer realidad su sueño de convertirse en caballero. No me cabe duda de que será del agrado del público más ingenuo y pueril, pero personajes, situaciones y lugares comunes son mostrados aquí de manera convencional, delatándose deudora de conocidas sagas de DreamWorks —la historia destila guiños a Shrek y al spin-off del Gato con Botas— y de Disney/Pixar —déjà vu del conflicto paternofilial de Brave (Indomable)—. Unos lo llamarán “intertextualidad”, pero otros pensarán que es más de lo mismo.
En todo caso, la alianza entre la productora malagueña Green Moon España, propiedad de Antonio Banderas, y la empresa de Manuel Sicilia está obteniendo importantes resultados. En definitiva, nos encontramos ante una película correcta, resuelta con solvencia y que denota conocimiento del género, pero esta esmerada producción apadrinada por un Antonio Banderas convertido en patrocinador habitual tras prestar su voz al anteriormente citado minino en Shrek 2 (2004) y sus sucesivas secuelas no aporta nada que cause sorpresa para el entendido en la materia.
Entretiene, que no es poco.
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