(1) RIDDICK, de David Twohy.

EXÓTICO BATIBURRILLO DE GÉNEROS
El sorpresivo éxito del modesto film de ciencia-ficción Pitch Black (2000), un distraído artículo de serie B que a pesar de sus limitaciones supo aunar acción y humor presumiendo de unos efectos especiales resultones, desencadenó la fundación de una saga que intenta perdurar apelando a la conservación del espíritu lúdico del género y del action man tradicional, frío y duro en apariencia pero heroico en su esencia. El largometraje de David Twohy narraba las vicisitudes de una expedición intergaláctica que sufre un accidente y aterriza en un planeta lleno de monstruos. Los tripulantes de la nave se ven obligados a lidiar con un peligroso preso, al que daba vida el marmóreo Vin Diesel, para tratar de sobrevivir. El personaje sedujo al público y propició una secuela que sucumbió a la tentación de sacar pecho y pavonearse como simulacro de blockbuster, Las crónicas de Riddick (2004), renunciando a la austeridad del original para convertirse en una aparatosa y aburrida space opera que sufrió, además, un importante batacazo comercial.
Cuando parecía improbable la continuación de la franquicia, Diesel y Twohy se reúnen de nuevo casi una década después en Riddick, tercera entrega de las aventuras del (anti)héroe que intenta regresar a sus orígenes, una exótica fusión de western, terror y ciencia-ficción cuya planificación recuerda las historias del Oeste pero ambientadas en un escenario extraterrícola: Riddick encarna al forajido, los buitres son sustituidos por aves alienígenas, los caballos por motos voladoras y los representantes de la ley por un grupo de ambiciosos mercenarios espaciales.
El principal defecto del film es la ausencia de un tono adecuado y homogéneo, distinguiéndose tres partes bien diferenciadas. Su primer tercio, sin duda el más interesante, narra la difícil supervivencia del protagonista en el inhóspito planeta, luchando contra diferentes especies letales que quieren devorarlo. En silencio, apenas interrumpido por la voz en off del personaje, la narración avanza a buen ritmo y con un efectivo despliegue visual. El segundo acto, aquel en el que dos grupos de mercenarios llegan al planeta para capturar a Riddick, resulta el más flojo, pues el realizador no logra captar el interés con las rivalidades entre ambos bandos y los ataques del personaje al que da vida el protagonista de la saga A todo gas. La cinta comienza a llenarse entonces de torpes diálogos, personajes desdibujados y chistes de poca gracia, pasando a un segundo plano la acción. En el último tramo, cuando ya es demasiado tarde, Twohy pisa el acelerador e intenta volver a los orígenes de la franquicia con la previsible masacre de personajes a manos de una plaga de terribles criaturas que reviven bajo la lluvia.
Para entonces, Riddick ya ha manifestado su condición de efímero pasatiempo, subordinado al lucimiento de la estrella de turno, alargado sin necesidad, con serios problemas para encontrar el tono y el ritmo adecuados, totalmente desprovisto de una historia y unos personajes que enganchen.
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