(3) RENOIR, de Gilles Bourdos.

UNA FAMILIA DE ARTISTAS
Esta película biográfica del fecundo pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir (1841 – 1919) no es un biopic convencional porque sólo abarca un año de vida del artista, 1915, y porque evita los excesos laudatorios propios de este género. Lo vemos ya anciano, atormentado por las fuertes molestias causadas por una antigua artrosis reumatoide, viudo y pasando su última etapa en su mansión de “Les Collettes” en Cagnes-Sur-Mer (La Costa Azul), rodeado de su familia, su nueva modelo y el servicio doméstico. Papel relevante tienen aquí sus dos hijos, ambos heridos en la I Guerra Mundial: Pierre, destacado actor de teatro y de cine, y especialmente el gran realizador Jean (1894 – 1979), además del pequeño vástago del primero llamado Claude, que se convirtió en un excelente fotógrafo de películas dotadas de un brillante cromatismo. Todo ello sin olvidar la fundamental presencia de la última modelo del pintor, la atractiva y ambiciosa joven Andrée Heushling, pareja sentimental de Jean entre 1920 y 1931 que adoptó el nombre artístico de Catherine Hessling y que, inspirada en la Musidora de los seriales de Louis Feuillade, pasó a protagonizar los primeros filmes mudos de su marido: La hija del agua, Nana, La Cerillera, etc.
Magníficamente encarnado por Michel Bouquet, el anciano pintor que había empezado decorando porcelanas y abanicos, se nos aparece aquí ya notablemente enfermo y malhumorado aunque mimado por todos, abundando en el film los datos sobre la vida y obra: admirador de Tiziano, Rubens, Courbet y Manet; amigo entrañable de Monet, Bezille y Sisley; obsesionado por retratar flores, mujeres –frecuentemente desnudas– y niños, además de disfrutar ahora fervientemente de un ambiente rústico que le permitía contemplar una esplendorosa naturaleza con sus bosques, ríos y rayos de sol en donde situar los resplandecientes cuerpos de sus modelos femeninas.
Partidario de la pintura al natural, colocaba los lienzos sobre caballete dada la importancia que concedía a la luz en sus variados matices. Sus obras denotan siempre un carácter afable y vitalista pese a que sus experiencias personales bascularon en torno a la dicotomía entre la belleza y el dolor, entre la felicidad y la fatal decrepitud sin llegar a implicarse nunca explícitamente en concretas ideologías —aunque su hijo Jean simpatizaría con los comunistas del Frente Popular—, conflictos bélicos —participó en la guerra franco-prusiana de 1870— y problemas sociales —se había convertido en un artista rico y famoso—.
Admirable es la fotografía del taiwanés Mark Ping Bing Lee, con sus brillantes colores primarios, sus zonas de acentuada iluminación y sus nítidas imágenes, funcional servidora de una puesta en escena sencilla, con una cámara contemplativa y un ritmo pausado adaptados al estilo pictórico del biografiado, un singular testigo del plácido y sensual fluir de la existencia humana.
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