(3) EL ÚLTIMO CONCIERTO, de Yaron Zilberman.

UN CUARTETO DE CUERDA
La crisis y posible disolución de un famoso cuarteto de cuerda neoyorquino, finalmente renovado al celebrar el concierto de su 25º aniversario, es la base argumental de este hermoso y sereno film que utiliza como núcleo musical el “Opus 131” en do sostenido menor de Ludwig van Beethoven (1770-1827), compuesto año y medio antes de su muerte, ya entonces enfermo e incomprendido —pese a la gloria obtenida con sus nueve sinfonías— por la deriva intimista, vanguardista e intensamente expresiva de sus últimas obras de cámara, concretamente de la que se puede escuchar, fragmentariamente, en esta ocasión, un largo y revolucionario cuarteto de siete movimientos ejecutados sin pausas, grabado expresamente por el Cuarteto Brentano, con selección de pasajes y ajustes a cargo del prestigioso compositor de bandas sonoras para cine el estadounidense de origen italiano Angelo Badalamenti.
El documentalista Yaron Zilberman rodó esta película de ficción en apenas 27 días gracias a una minuciosa y bien documentada preparación así como a la presencia en el reparto de unos extraordinarios intérpretes, entre ellos los oscarizados Christopher Walken y Philip Seymour Hoffman, que simulan perfectamente el dominio de sus respectivos instrumentos merced a un duro aprendizaje previo y a la ayuda de un montaje elaborado con planos cortos.
El último concierto, un verdadero regalo para melómanos, es un drama de carácter intimista que muestra algunos de los motivos que pueden romper un grupo musical incluso veterano y prestigioso: la enfermedad neuro-degenerativa, la infidelidad conyugal y los celos profesionales. Este relato construido con delicadeza y sosiego es también una metáfora sobre la convivencia en general, con la necesidad de armonizar individuos y conjunto, solistas y orquesta, divismo personal y trabajo colectivo para obtener unos resultados artísticos excelentes o, al menos, satisfactorios. Una contradicción que requiere una labor de renuncia y sacrificio en aras de una productiva coordinación entre las partes y el todo.
Nos hallamos ante una película inteligente para un público culto y sensible al que se informa ampliamente sobre el mundo de la música clásica y su historia —los instrumentos, su comercio, subastas y reparaciones, alusiones a algunos grandes compositores como Bach, Haydn o Shostakovich— e incluso sobre el arte pictórico con la vista al Metropolitan Museum de Nueva York donde se expone un magistral autorretrato de Rembrandt. El último concierto es también una reflexión sobre el inexorable paso del tiempo, la evolución de las personas, el desgaste de sus relaciones, los enfrentamientos y su resolución para lograr una satisfactoria convivencia, tanto en la esfera individual como en la familiar y laboral.
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