(2) UNA CASA EN CÓRCEGA, de Pierre Duculot.

LA CIUDAD NO ES PARA MÍ
Este primer largometraje de Pierre Duculot, que se había declarado admirador del cineasta marsellés Robert Guédiguian, parte de un guión elaborado a partir de vivencias personales como ciudadano belga fascinado por los viajes, los ambientes meridionales y la naturaleza en general, perspectiva lógica en un practicante habitual del turismo en su modalidad de trotamundos “mochilero”.
Titulado en su origen Au cul du loup, una expresión que podría traducirse como “En el fin del mundo”, el relato bascula entre dos puntos geográficos muy diferentes y distantes, como son Charleroi —ciudad belga del sur, de habla francesa, de unos 200.000 habitantes, situada en una zona rica en hulla y en industria siderúrgica— y Córcega —isla mediterránea bajo soberanía francesa desde 1768, con una superficie de 8.680 km cuadrados y unos 279.000 habitantes que usan el corso como lengua propia, donde abundan los paisajes montañosos y su modesta economía se basa principalmente en el turismo y en el ganado—.
Sirvan estas anotaciones para enmarcar adecuadamente el desarrollo de este film protagonizado por Christina, una camarera de 30 años que abandona la monótona y aburrida ciudad de Charleroi y a su insulso novio para trasladarse a un caserío deshabitado en la alta montaña corsa, donde ha heredado de su abuela una destartalada casa que guarda una oculta y antigua historia de amor.
Exhibida en una decena de festivales y poblada de actores no profesionales, Una casa en Córcega es una modesta producción que viene a respaldar la idea del valor necesario para cambiar de vida y elegir el propio destino. La realización es correcta y todo está narrado con funcionalidad y eficacia —planificación, montaje, ritmo, etc.— aunque para entusiasmarse mucho con ella haya que compartir la visión bucólica y pastoril del director, que no abusa de su optimismo existencial —la fotografía es de colores apagados, vemos pobreza, frío, aislamiento, abundan las elipsis, etc.— pese a la ya consabida amabilidad y solidaridad de la gente lugareña, la presencia de un guapo mocetón soltero además de un desenlace con reconciliación familiar que no puede evitar un cierto aire de artificio.
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