(2) LO QUE EL DÍA DEBE A LA NOCHE, de Alexandre Arcady.

RECONCILIACIÓN FRANCO-ARGELINA
Es una lástima que Lo que el día debe a la noche haya caído en manos del mediocre cineasta Alexandre Arcady, un pied-noir de origen argelino, la sugestiva novela del antiguo militar beduino Yasmina Khadra (Sahara, 1955), ambos afincados en París por motivos laborales. El escritor dedica su extenso relato, que abarca desde 1939 a 1962, con un doble epílogo marsellés ubicado en 1970 y 2010, a la colonia francesa de Argelia y lo hace con una mirada neutral y moderada, cargada de un humanitarismo que huye de todo fanatismo revanchista. Pero en esta adaptación fílmica, de casi tres horas de duración, Alexandre Arcady y Daniel Saint-Hamont han convertido el original literario homónimo en un guión reducido a simple esqueleto melodramático, a mera sucesión de personajes y de anécdotas carentes de la necesaria profundidad y complejidad.
Rodada la mayor parte de su metraje en Túnez, por desconfianza de las autoridades argelinas, la película transcurre entre Orán y Argel y presta especial atención a dos periódicos históricos: la II Guerra Mundial (1940 – 1945) y la Guerra de la Independencia (1955 – 1962), marcando el devenir de los personajes con episodios de amores y de negocios así como de pacífica convivencia y de enfrentamientos entre árabes y franceses, aunque también había allí grupos de exiliados españoles y algunos judíos.
La novela y el film muestran metafóricamente al joven protagonista Younés-Jonás como un personaje esquizofrénico, dividido, que comparte las dos culturas y que se halla en terreno de nadie, indeciso a la hora de tomar partido entre campesinos árabes y comerciantes europeos, entre católicos y musulmanes, entre pobres y ricos, entre independentistas y viejos residentes foráneos… La tesis del relato resulta muy evidente: el amor a la tierra debe unir a todos y por eso acaba con el triunfo de la fraternidad y de la reconciliación. El dolor de los repatriados franceses, forzados a abandonar las pertenencias y los amigos de siempre, coexiste con el desgarro interior de Younés-Jonás, un árabe argelino de educación colonial, que no sabe si debe sentirse como un patriota sojuzgado o como un privilegiado burgués.
Canto a la convivencia pacífica, Lo que el día debe a la noche es una discreta película, demasiado esquemática y sentimental, que rinde también un homenaje a la juventud y a la belleza, muy palpable en la elección de atractivos actores y actrices, y cuya banda sonora se nutre abundantemente de piezas pianísticas de F. Liszt y de alguna melodía berebere.
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