(1) GUERRA MUNDIAL Z, de Marc Forster.

BRAD PITT CONTRA LOS ZOMBIS
Cine, literatura, cómic, televisión… sin duda, el género zombi está más vivo que nunca, propagándose y contagiando todo tipo de productos culturales bajo una apabullante diversidad de formatos, tonos y tratamientos. Ejemplos recientes del grado de infección son la parodia literaria de la célebre novela de Jane Austen Orgullo y prejuicio y zombis (Seth Grahame-Smith, 2009), el cómic adaptado en serie televisiva The Walking Dead, o las divertidas y desmitificadoras películas Bienvenidos a Zombieland (2009) y Memorias de un zombi adolescente (2013).
Marcado por unos orígenes arcaicos que se pierden en las brumas del tiempo, amalgama de mitos y leyendas de culturas tan distantes como la animista africana, el politeísmo céltico, la cosmología y el vudú, el muerto viviente ha sufrido una evolución similar y en sintonía con el contexto social, político y económico, oscilando siempre entre el clasicismo fundacional (y analógico) de los torpes, lentos y previsibles muertos vivientes de George A. Romero, y la provocativa posmodernidad (y digital) de los incansables, ágiles y voraces depredadores mutados por la enfermedad de films como 28 días después (2002) o El día de los muertos: Contagio (2005).
Con su best-seller Guerra Mundial Z, Max Brooks dio un salto cualitativo en la susodicha temática con una original estrategia narrativa a medio camino entre la crónica de sucesos, la entrevista y la ficción de catástrofes, reflejando como nunca antes el impacto global de una pandemia zombi, superando el alcance local de las historias relacionadas con estos terroríficos seres hasta el momento.
Guerra Mundial Z se inspira libremente en la novela del hijo del guionista, actor y director Mel Brooks y de la actriz Anne Bancroft para narrar un acontecimiento apocalíptico global protagonizado por muertos vivientes. La estrella indiscutible de la función es un Brad Pitt erigido en salvador del mundo, encarnando a un trabajador de la ONU que vive en Filadelfia con su familia cuando se ve sorprendido por el estallido de una plaga zombi. Tras poner a salvo a su mujer y a sus hijos, la autoridad superviviente le conmina a buscar e identificar al Paciente Cero, el primer humano que manifestó la enfermedad y que puede ser la clave para frenar la pandemia. Se construye así una predecible trama episódica que si bien carece de originalidad y frescura, encadena una sucesión de tensos y espectaculares momentos que confirma a Marc Forster como un estilista de la acción que ya se manifestaba en Quantum of Solace (2008).
El abultado presupuesto le convierte en una superproducción en términos hollywoodienses con una factura técnica impecable, otorgándole el sello blockbuster típico de un film tan etéreo como olvidable, que ofrece ni más ni menos lo que promete: un efímero entretenimiento para el gran público.
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