(2) EL ÚLTIMO ELVIS, de Armando Bo.

PATÉTICA MITOMANÍA
El último Elvis es el primer largometraje de Armando Bo (Buenos Aires, 1978), destacado publicista y nieto del cineasta argentino del mismo nombre que en los años 60 y 70 alcanzó cierto renombre como realizador de películas eróticas protagonizadas por la atractiva Isabel Sarli.
Con una banda sonora técnicamente deficiente y un acento porteño que hacen difícil la comprensión de muchos de sus diálogos, el film narra la triste trayectoria vital de Carlos Gutiérrez, un modesto trabajador de Avellaneda, separado y con una hija pequeña, que complementa sus ingresos imitando a su adorado Elvis Presley, con actuaciones en populares bares y salones, enfundado en horteras vestimentas de lentejuelas que el cantante de Memphis lució en sus últimos años de decadencia hasta su prematura muerte a los 42 años, precisamente los que ahora cumple su ferviente admirador.
Al parecer, Bo ha pretendido mostrar el contraste entre la dolorosa y gris realidad sudamericana y el glamour artístico que alcanzó el famoso y rico Rey del Rock. Pero lo cierto es que el relato se le escapa de las manos y lo que predomina es un ambiguo melodrama sentimental en torno a la dolorosa ruptura familiar, mientras la obsesión por imitar al ídolo se convierte en una fuerte alienación que acaba en fatal autodestrucción. Parece que el film pone en cuestión la pretensión de ser más de lo que realmente es y que muchas de las estrellas no son sino productos de marketing, aunque el protagonista logre fascinar a su hija Lisa con una tierna balada de Elvis.
Exhibida en los festivales de Sundance y de San Sebastián, El último Elvis es una discreta película que utiliza los hábiles arreglos musicales de Sebastián Escofet para ahorrarse el pago de los derechos de autor que hubieran devengado las grabaciones originales.
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