(3) TIERRA DE NADIE, de Salomé Lamas.

MERCENARIO SIN GLORIA
Este sencillo documental de 72 minutos de duración, ligado estéticamente al cinema verité francés de los años 60 del pasado siglo, está constituido en su mayor parte por una larga entrevista, realizada a lo largo de varios días, a Paulo Figueiredo, un antiguo mercenario que colaboró con el ejército colonial portugués en Mozambique y en Angola, que se repatrió a la metrópoli para trabajar en la seguridad privada, que fue contratado por la CIA para luchar contra la guerrilla en El Salvador y en Nicaragua y que, finalmente, ejerció de killer (asesino a sueldo) como miembro de los GAL, un grupo antiterrorista secretamente amparado por el gobierno socialista de Felipe González para eliminar sin juicio previo a miembros de ETA.
Sobre un fondo negro y sentado ante la cámara, el protagonista va contestando a las preguntas, unas 70, que le va haciendo la directora del film, respuestas que aparecen aisladas y enumeradas —¿un efecto de distanciamiento?— por el montaje y que rememoran sus actividades “profesionales” sin remordimiento alguno, justificadas mediante diversas consideraciones sobre el poder y su necesidad de contar con la efectividad destructora de los “justicieros” cuando la ley no puede o no quiere llegar a todos los rincones, argumento repetido una y mil veces por toda extrema derecha que se precie. Son las alcantarillas del Estado, transitadas por los encargados de eliminar los detritus molestos y mantener limpia la imagen de gobiernos de uno u otro signo.
Figueiredo fue un aventurero que ahora narra su pasado con cinismo, con una ética particular —se opuso a matar a mujeres y niños— que no le impidió actuar con una total falta de escrúpulos formando parte de “escuadrones de la muerte” en las llamadas “Guerras Sucias” que se precisaban para mantener la fachada democrática de los proclamados Estados de Derecho. De ahí sus contradicciones, su crueldad moral, su profesionalidad en el uso de armas y su confesión de sentirse excitado ante el olor de la pólvora y de la sangre… hasta su detención policial y su condena a 30 años de prisión —15 años efectivos más la condicional—.
Convertido en vagabundo sin hogar y sin identidad oficial, un Figueiredo de 66 años va aportando datos que son a veces confirmados o completados por la voz en off de la cineasta citando fechas y sucesos refrendados por la prensa del momento. La cámara ejerce pues el papel de intermediario entre el personaje y el espectador, que en definitiva es el encargado de dictar sentencia una vez disipadas sus dudas sobre la veracidad o la falsedad de las palabras del protagonista y sobre la neutralidad real de Salomé Lamas. ¡Hay que tener cuidado con los falsos documentales, manipulados para convencer de su autenticidad!
Tierra de nadie es una película de indudable interés histórico, más que político, porque sabemos que siempre ha habido abusos y brutalidad —judicialmente impunes— en todos los bandos enfrentados a muerte.
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