(2) LA VENGANZA DEL HOMBRE MUERTO, de Niels Arden Oplev.

AMOR Y REDENCIÓN
El debut hollywoodiense del danés Niels Arden Oplev —director de Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009), la primera entrega nórdica de la adaptación fílmica de la conocida saga literaria de Stieg Larsson— puede provocar numerosas y contrapuestas sensaciones en el espectador debido a la naturaleza bipolar de su condición de agresivo y claroscuro thriller con pretensiones intimistas y de marcado énfasis psicológico. Podría decirse, grosso modo, que en Dead Man Down / La venganza del hombre muerto se ha fusionado el cine introspectivo de Isabel Coixet y el cine espectacular y endiablado de Tarantino, resultando una insólita crónica de venganza en torno a dos personajes heridos, atrapados en una espiral de violencia, cuyo romance permite soñar con la esperanza de una segunda oportunidad.
Especialmente sensible a la hora de retratar personajes, el realizador danés cuida meticulosamente a los protagonistas de la historia, procurando mostrarlos cercanos y verosímiles, si bien no puede evitar dar al público lo que se supone que demanda en propuestas de este tipo: una exhibición de pólvora y sangre, sin duda el precio que hay que pagar por trabajar en la industria estadounidense.
Sin embargo, en un precario equilibrio de ritmos y registros, Oplev conduce la historia de redención a través del amor por otros derroteros menos transitados, más pausados y contemplativos, ya que la relación que se establece entre los personajes de Colin Farrel y Noomi Rapace, acompañados de forma testimonial por secundarios de lujo como Isabelle Huppert o F. Murray Abraham, es el eje narrativo principal dedicado a describir el tortuoso universo de unos seres a la deriva que, cegados por el dolor y la sed de venganza, no encuentran acomodo en un mundo que ya no les pertenece.
Debe valorarse, por tanto, Dead Man Down / La venganza del hombre muerto como un aceptable entretenimiento que se aleja de la mediocridad habitual en este anquilosado género gracias al esmerado cuidado en la construcción de personajes, escenarios –un Nueva York opuesto a las típicas postales turísticas– y situaciones, más allá de los consabidos tópicos y los excesivamente transitados lugares comunes de este tipo de producciones.
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