(3) REBELDE (WAR WITCH), de Kim Nguyen.

LA INFANCIA QUEBRADA
La primera película que nos llega del realizador canadiense Kim Nguyen, candidata al Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa en su última edición, es una contundente denuncia de una realidad lejana y desconocida pero que refleja la ausencia de humanidad en diferentes zonas del planeta: los niños soldado, arrancados de sus familias desde la más tierna infancia para engrosar las filas de grupos armados y ser sometidos a la violencia sexual de los adultos. Y la mejor manera de enfocarlo es ponerle rostro con el que identificarnos: la protagonista absoluta es Komana, una niña de 14 años, que decide contarle al bebé no nacido que acoge en su vientre la vida de miseria, violencia y desesperanza que ha llevado desde que unos desconocidos atacaron su poblado y la raptaron –tras obligarla a asesinar a sus padres– para convertirla en un peón más en una guerra silenciosa situada en un lugar indeterminado de África central.
Con un estilo sobrio y descriptivo próximo al género documental, alejado de cualquier artificio estético, Rebelde (War Witch) narra un relato repleto de trágicas vivencias en las que se mezcla dureza e inocencia, mostrando una fuerza dramática que acongoja al más impasible de los espectadores. Su mayor virtud es que, a pesar de su naturaleza, nunca se recrea en la violencia ni en la sangre, aplicando frecuentemente el fuera de campo para sugerir en vez de mostrar. El director se mantiene al margen de cualquier tentación sensacionalista o morbosa para acudir a la esencia: el desamparo, la fragilidad de esas víctimas olvidadas que son los niños soldado.
Por otra parte, Kim Nguyen emplea no pocos recursos narrativos derivados del lenguaje poético para describir el viaje que realiza Komana al corazón de las tinieblas, al lado más perverso y oscuro del ser humano, reflejando además elementos propios de la cultura subsahariana: la brujería propia de las creencias animistas africanas contribuye a crear una atmósfera tan esotérica como fascinante. Los muertos que se le aparecen a la protagonista no son sino el testimonio mudo de tanto sin sentido, estimulado por la ingesta de la savia de una planta cuyo consumo produce efectos alucinógenos.
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