(4) LA CAZA, de Thomas Vinterberg.

LA CALUMNIA
Este séptimo largometraje del danés Thomas Vinterberg se aparta de los presupuestos estéticos vanguardistas del manifiesto Dogma 95 para utilizar un lenguaje clásico caracterizado por la nitidez de su articulación y por su tono naturalista pese al eventual empleo de elipsis y de algunos simbolismos. Y si en Celebración (1998) el realizador osaba exponer un caso de abusos sexuales a un niño por su propio padre, en La caza aborda por el contrario una infundada acusación de pederasta y la airada reacción de la colectividad frente al individuo víctima de ella, explicando la mentira de la pequeña como producto de la confusión infantil entre fantasía y realidad además de constituir una suerte de venganza por la falta de afecto que ella cree percibir en el precavido maestro del parvulario.
La película es, pues, la narración de las angustiosas peripecias del protagonista Lucas, un excelente trabajo interpretativo de Mads Mikkelsen, premiado en Cannes, un “falso culpable” que nos remite al film homónimo de Alfred Hitchcock o a La jauría humana (1966) de Arthur Penn, al verse acusado y agredido injustamente por colegas, vecinos, amigos e incluso algunos familiares. Estamos en una apacible localidad rural nórdica en los días, supuestamente, fraternos de la Navidad. La sombra de Dreyer también es perceptible, especialmente en la secuencia de la iglesia.
Referencias obligadas del film son, además, La calumnia —la segunda versión, menos censurada, de la obra de Lillian Hellman dirigida por William Wyler en 1962— y la importante pieza teatral de Arthur Miller Las brujas de Salem (1953): un escándalo sexual provocado por una contagiosa histeria colectiva, por una “caza de brujas” de la que no es ajena la disparatada paranoia en que se convierte a veces la repulsa del execrable delito del abuso de menores.
El eje narrativo de esta coproducción escandinava se identifica con la mirada del perseguido protagonista, aunque a este intenso drama intimista, exento de elementos de intriga y de análisis psicoanalíticos, se le pueda reprochar la excesiva bondad del indefenso Lucas, convertido en un mártir samaritano, que ni esgrime sus razones exculpatorias ni acude a las autoridades en busca de protección.
Un final aparentemente feliz se ve simbólica y bruscamente alterado por un anónimo disparo en el bosque: la calumnia siempre deja huella, el olvido nunca es completo, la duda siempre permanece y el daño producido es como una mancha indeleble, imposible de eliminar ya por completo.
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