(2) ALACRÁN ENAMORADO, de Santiago A. Zannou.

EL FASCISTA REDIMIDO
Este cuarto largometraje de Santiago A. Zannou, que nos sorprendió gratamente en su debut con El truco del manco (2008), cuenta con los jóvenes actores Álex González y Miguel Ángel Silvestre además de incluir al veterano Carlos Bardem, autor de la novela inspiradora del guión encarnando a un alcohólico entrenador de boxeo que nos hace evocar míticas figuras del cine USA, y a un Javier Bardem que, curiosamente, interpreta a un líder ultra que provoca y se beneficia de la violencia de un grupo de neonazis, personaje que remite, inevitablemente, a la identidad de un ciudadano de Valencia cuya profesión, ideología y actividades parecen coincidir con las de este Solís de ficción.
El cine español ha tratado de acercarse varias veces al tema de la ultraderecha, especialmente en los años de la Transición a la democracia. Recordemos Camada negra (1977), Siete días de enero (1979) y Taxi (1996). Pero lo verdadero no siempre funciona como forma artística y echo de menos alguna obra maestra que, además de adoctrinarnos, nos ilustre con sus lúcidos análisis y sesudas reflexiones. No es de extrañar, pues, que al realizador del film que nos ocupa, de ascendencia racial africana, le haya tentado la idea de retratar y denunciar las actividades fascistas en la España actual, donde los inmigrantes son acusados con frecuencia de ser unos “invasores” extraños al modelo europeo que “sólo vienen a aprovecharse de nuestro bienestar”.
En Alacrán enamorado hay una buena ambientación, con gimnasio, callejones, viviendas y bares que respiran verosimilitud. Donde Julián, el chico de barrio que constituye el eje de la narración, logra encontrar su camino de redención en el cuadrilátero de las doce cuerdas, en un deporte como el boxeo, violento pero con reglas establecidas, lo que le permite canalizar la agresividad (odio) acumulada tras múltiples frustraciones de tipo personal, laboral y familiar, incluso pudiendo labrarse un prometedor futuro profesional. A su reforma contribuye también su relación amorosa y sexual con una joven mulata empleada en el gimnasio.
El problema de las películas citadas, incluyendo la de Zannou, es que no basta con denunciar el racismo y la xenofobia. Nadie parece preocuparse en señalar la formación cultural como importante instrumento contra la irracionalidad de los prejuicios. Tampoco suele importar mucho el análisis de las causas de la discriminación y la identidad de sus verdaderos responsables.
Se trata, en definitiva, de películas “de tesis”, de carácter fundamentalmente didáctico, que subordinan el rigor de los medios empleados a la eficacia del fin buscado, utilizando guiones preñados de ideología para convencer al espectador pero olvidando que lo principal es la solidez y el realismo de personajes y situaciones para que cada cual saque sus propias conclusiones. Son las limitaciones de un cine bienintencionado, progresista, cuyo artificio suele obviarse con frecuencia, pues omite la complejidad e incluso las contradicciones que se dan en la existencia cotidiana.
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