(1) UN LUGAR DONDE REFUGIARSE, de Lasse Hallström.

HUYENDO TE ENCONTRÉ
Resulta complicado valorar los films de Lasse Hallström, un eficaz artesano del medio cinematográfico que, manejando como nadie los mecanismos psicológicos que se activan en el público femenino ante romances imposibles, no duda en explorar su faceta más pornográfica en el terreno de lo sentimental. Un simple vistazo a su filmografía revela su predilección por los conflictos amorosos, a los que somete a todo tipo de obstáculos e impedimentos, hasta que la presión se hace insoportable derivando previsiblemente en unos desenlaces convertidos en auténticas apologías al “y fueron felices y comieron perdices”.
Hallström adapta en Un lugar donde refugiarse la novela homónima de Nicholas Sparks, aprendiz aventajado de Corín Tellado, con el que ya había trabajado en Querido John (2010), donde de forma académica se despliega uno de esos romances idealizados en los que dos personajes heterosexuales, de distinto origen y formación, están condenados a enamorarse a pesar de pasados oscuros y a cargas familiares incluidas gracias a la eclosión de sentimientos puros e inamovibles enmarcados en un bucólico escenario compuesto de un rústico pueblecito costero rodeado de bosques.
Es por ello que el film no pasa de ser un simple folletín de sobremesa dedicado al entretenimiento más pasajero, pero el realizador sueco vuelve a demostrar lo que sus simpatizantes y algunos críticos especializados reconocemos de él: que es un magnífico narrador en imágenes capaz de aportar ritmo creciente e intensidad dramática hasta al texto más anodino, vulgar y complaciente. Pese a la pobreza argumental y a la escasa trascendencia de la película, la presencia de Hallström garantiza una mínima dignidad que resulta inalcanzable para otros cineastas que, con historias similares, fracasan estrepitosamente configurando bodrios infumables atiborrados de edulcorante.
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