(1) TO THE WONDER, de Terrence Malik.

ESTETICISMO Y METAFÍSICA
La corta filmografía de Terrence Malik suele ser objeto de controversia; mientras que en algunos despierta un gran entusiasmo, en otros —entre los que me encuentro— provoca indiferencia cuando no un cierto rechazo. Recordemos sus últimos polémicos trabajos: El nuevo mundo (2005) y El árbol de la vida (2011). El ahora estrenado, pese a su lenguaje “nueva ola” más propio del cine independiente, ha contado con un reparto de cotizados intérpretes —Ben Affleck, Olga Kurylenko, Rachel McAdams— y es resultado de una elaboración bastante costosa con filmación en Francia (París, Mont Saint Michel, Normandía) y en Estados Unidos (Oklahoma). Pero frente a quienes consideran To the Wonder creativo “cine de poesía”, lleno de modernidad y trascendencia, a mí me ha parecido un producto pretencioso, falsamente sustancial y bastante aburrido.
Nos hallamos ante un drama amoroso cuyo protagonista Neil se debate entre dos mujeres, viviendo las sucesivas etapas de la relación de pareja —enamoramiento, rutina, crisis y ruptura—, situando el desamor y la infidelidad como una cuestión más moral que psicológica, preguntándose si es posible resistir la llamada del sexo y de los sentimientos, qué limites tiene la libertad de amar, cómo superar la sensación de culpa ante la muerte del cariño o la disolución de la familia y qué hacer frente a la proverbial veleidad del carácter masculino.
El relato me ha parecido bastante hermético y abstracto, sugiriendo situaciones y conflictos que cada espectador puede interpretar a su manera. La belleza plástica de las imágenes es indiscutible, pero el guión del propio Malik plantea serias dudas sobre su real funcionalidad porque el film parece ser el resultado de un rodaje lleno de improvisación y con diálogos tan etéreos como insustanciales.
Lo más palpable, a mi juicio, es el trasfondo religioso y metafísico, aunque lejos de la profundidad de un Paul Schrader, del cine de Terrence Malik, que aquí se concreta aún más en el personaje encarnado por Javier Bardem, un cura atormentado por la crisis de fe y por la dualidad entre la bondad y la maldad de la naturaleza humana, angustiado por una aspiración a la perfección moral lastrada inevitablemente por la suciedad animal de los instintos.
A tono con lo anterior, una banda sonora con abundantes pasajes sinfónicos, de entidad y autoría ilegibles en los genéricos finales, aunque figure como compositor específico Hanan Townshend, cuyo estilo imita sospechosamente al de Anton Bruckner, un músico alemán post-romántico conocido por su arraigado catolicismo.
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