(1) IRON MAN 3, de Shane Black.

EL HOMBRE BAJO LA MÁSCARA
Tras ese maravilloso punto de inflexión que supuso Los Vengadores (2012) en la traslación del Universo Marvel a la gran pantalla, por la coherencia y la importancia alcanzadas en este todavía infravalorado (sub)género, nos llega la tercera entrega de la saga de Iron Man con el objetivo manifiesto de, siguiendo la moda actual de redefinir y actualizar el concepto de héroe, resaltar la faceta más humana de Tony Stark, tratando de vincular su condición de superhéroe a su estado psicológico y emocional. Si Christopher Nolan humanizó a Batman, otro de los iconos del cómic USA, retratándolo como un ser profundo en sus inquietudes y motivaciones pero vulnerable en su fuero interno, el encargado para “desmontar“ al multimillonario playboy y convertirlo en un sujeto frágil e inseguro que debe enfrentarse a un temible antagonista ha sido Shane Black, un tipo con cierto prestigio de autor independiente, guionista de Arma letal (1987) y director de Kiss kiss, bang bang (2005), que ha pretendido construir su propia versión del superhéroe del siglo XXI.
La tendencia descrita, transformar una figura de acción en un personaje de carne y hueso, debe considerarse como la confirmación de la madurez alcanzada en el citado (sub)género, pero ello no es suficiente para valorar favorablemente un film tan endeble en sus tramas argumentales y en la definición de personajes no protagonistas.
Como gran película de estudio que es, Iron Man 3 es visualmente asombrosa, narrada con agilidad y dirigida eficientemente, destacando el derroche de efectos especiales y sus diálogos chispeantes como sus principales reclamos. Además, su actor indiscutible Robert Downey Jr. se mimetiza en el papel, demostrando que nació para interpretar este personaje, con el que comparte episodios turbulentos de adicción y desenfreno. Sin embargo, los hechos narrados se suceden precipitadamente apelando al mero espectáculo sin matización alguna, se cambia radicalmente el status del protagonista sin importar que chirríe ante los aficionados del cómic, los villanos están totalmente desaprovechados y se dedica mucho metraje a desarrollar asuntos que no aporta nada significativo a la historia.
Me ha parecido, en esencia, una secuela que cumple las expectativas de los seguidores de la saga pero que carece de la trascendencia de la entrega fundacional. Que no es poco en los tiempos que corren.
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