(3) AMOR Y LETRAS, de Josh Radnor.

LA VIDA POR DELANTE
Personalmente disfruto viendo películas hechas por y para gente joven que no tratan a sus destinatarios como meros tarados mentales. Y éste es el caso de Amor y letras, segundo film protagonizado, escrito, producido y dirigido por Josh Radnor (Ohio, 1974), que ya nos había sorprendido gratamente en su debut como realizador en Happythankyoumoreplease (2010). Uno y otro son títulos que suelen ser catalogados como cine indie, abundante especialmente en la última década y caracterizado por su independencia financiera respecto a las grandes compañías de Hollywood, por su coste relativamente reducido, por su rodaje en escenarios naturales, por su dirección e interpretación a cargo de artistas noveles, por su temática contemporánea en torno a las experiencias y reflexiones vitales personales de personajes treintañeros y por el estilo naturalista y lineal de su narrativa, sin olvidar la ubicación de los relatos en lugares de carácter preferentemente urbano.
En esta hábil mezcla de drama y comedia, Josh Radnor encarna a un joven de 35 años que regresa desde Nueva York a la Universidad del estado donde se graduó para despedir a un antiguo profesor que se retira de la docencia. Y gracias a Amor y letras nos percatamos de que además de las conocidas crisis de la adolescencia y de la jubilación existe también la crisis de la mediana edad, cuando se supera la etapa juvenil para entrar en la madurez y se deben tomar serias decisiones, particularmente relativas al trabajo profesional y a las relaciones de pareja.
En la película, el núcleo narrativo está ocupado por la búsqueda de estabilidad personal y por las muchas dudas que asaltan al protagonista: el dilema erótico entre la estudiante de 19 años y la resabiada profesora; la conveniencia de seguir aprendiendo siempre; la perenne dialéctica entre cultura y vida concediéndose especial atención a la literatura y a la música clásica; así como la necesidad de optar entre dedicarse sólo a ganar dinero o desarrollar una vocación de forma gratificante.
Tampoco en esta ocasión hay explícitas escenas de sexo, ignoro si por puritanismo del autor o para evitar la fácil atracción de lo libidinoso, aunque es justo reconocer que en Amor y letras, exhibido en los últimos festivales de Sundance y de Valladolid, se aprecia una buena dirección de actores y de perspicaces diálogos que certifican tanto el talento que impulsa su mirada como la consistencia psicológica de sus personajes.
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