(2) A PUERTA FRÍA, de Xavi Puebla.

LA SOLEDAD DEL VENDEDOR DE FONDO
Sobre las miserias profesionales y personales de los agentes comerciales, agresivos vendedores y ambiciosos ejecutivos, conocidas obras teatrales de Arthur Miller, David Mamet y Jordi Galcerán, llevadas al cine, respectivamente, por Volker Schlöndorff en La muerte de un viajante; James Foley en Glengarry Glen Ross – Éxito a cualquier precio; y Marcelo Piñeiro en El método, se han encargado de ilustrarnos con precisión y lucidez. En su tercer largometraje, Xavi Puebla (Barcelona, 1969) vuelve a evocar con buen oficio sus propias experiencias juveniles en un film breve, rodado enteramente en interiores y producido con escasos medios, insistiendo en que hay otra realidad humana, generalmente dramática, más allá de los fríos conceptos que se enseñan en los sesudos manuales de economía y que además de empresas, producción, mercados, listas de clientes, oferta y demanda, precios y beneficios… hay datos que trascienden la aséptica lógica mercantilista: la explotación, la competencia, el desempleo, los comisionistas obligados a trabajar como autónomos, las zancadillas entre colegas, las ambiciones desmedidas, etc.
A puerta fría, película ubicada en un hotel sevillano donde se celebra una feria de aparatos electrónicos, viene a constatar la dificultad de compaginar la dedicación profesional con la dignidad personal, whiskys con hielo y sexo venal aparte, como se encargan de mostrar los personajes encarnados por un estupendo Antonio Dechent, un Nick Nolte en horas bajas aunque convincente y una atractiva María Valverde a la que apenas se entiende por culpa de una dicción defectuosa. En suma, una dedicación que provoca infelicidad, familias rotas, ansiedad, enfermedades, improductividad y muerte. Todo sea en aras de alcanzar altas cifras de ventas y de la acumulación de porcentajes, pasando por los descuentos y la escasa calidad de muchos de los productos del catálogo.
Como vimos en los últimos títulos antes citados, el fracaso de los vendedores consiste en no culminar la cantidad de operaciones prefijadas por las empresas y al decadencia llega fatalmente conforme se van acumulando años en la profesión mientras los jóvenes más ambiciosos y mejor preparados vienen empujando sin miramiento alguno. Es la tiranía del negocio, de los resultados, de las ganancias. Al margen quedan los largos viajes, la monotonía de los alojamientos, los coloristas folletos y las fallidas entrevistas comerciales. También es la tragedia del “viajante” quemado y finalmente relevado. Cuando suena la hora del retiro para los más veteranos.
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