(1) OZ, UN MUNDO DE FANTASÍA, de Sam Raimi.

LEJOS DE KANSAS
Superados los recelos iniciales ante lo que temía era una mera relectura superflua del clásico El mago de Oz (1939), el célebre musical de corte fantástico que trasladó a la gran pantalla el imaginario literario de L. Frank Baum (1856-1919), reconozco que Oz, un mundo de fantasía no es un reiterativo e innecesario remake de esos que se prodigan actualmente sino que parte del material citado para profundizar en sus cimientos narrando cuestiones inéditas que el escritor estadounidense no contó en su prolífica obra, especialmente los relacionados con el origen del misterioso mago que da nombre al relato original.
Obviando el frustrado intento de revivir la franquicia con la infravalorada Oz, un mundo fantástico (1985), una secuela disneyana demasiado oscura para los gustos de la época, esta precuela cinematográfica retoma con respeto y fidelidad el apartado visual y argumental del film de Victor Fleming para configurar un entretenido espectáculo aplicando, eso sí, la tecnología del cine actual.
La ingente tarea de dar vida al proyecto recae en Sam Raimi, un cineasta tan cuidadoso en las formas como lúdico en sus propuestas, que es honesto al no prometer algo que no puede dar: Oz, un mundo de fantasía se presenta como lo que es, un digno pasatiempo dirigido a todos los públicos, de tono ligero y sin pretensiones, estéticamente recargado y colorido hasta la saturación.
Al igual que en su referente, el director juega con el formato académico y la fotografía en B/N para presentar en un breve prólogo al protagonista en un circo ambulante de Kansas, desplegando a continuación todos los recursos digitales para introducirnos en el mundo mágico, lleno de luz y de color, de Oz. Sin embargo, a la fascinante entrada a este asombroso lugar no le sigue un desarrollo de similar atractivo. De hecho, este sólido arranque es depauperado por un desmesurado metraje en el que se cuentan cosas que oscilan entre lo redundante y lo anecdótico, con subtramas de escaso interés que aluden tímidamente a personajes procedentes de El maravilloso Mago de Oz como el león asustadizo, el espantapájaros y los simpáticos habitantes de Oz.
El balance es irregular; tras su visionado se llega a la conclusión de que podría haber sido una película más trascendente, por culpa de una concepción rutinaria de la aventura literaria que no sorprende como lo hizo en su momento la película de culto de Fleming.
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