(2) LA COCINERA DEL PRESIDENTE, de Christian Vincent.

EXQUISITOS MANJARES FRANCESES
El carácter panegírico, el tono laudatorio que describe sin mácula alguna a su protagonista, limita sin duda el interés de este relato sobre algunos episodios de la vida de Danielle Delpeuch cuyo relato de memorias publicado en 1997 ha sido convertido en película por el guionista Etienne Comar y el realizador Christian Vincent, conocido por la comedia La discreta (1990). La famosa cocinera, rebautizada aquí como Hortensie Laborie, es una experta vocacional de los fogones originaria de Périgord, especialista en “recetas de la abuela”, que es contratada para servir al entonces presidente François Mitterrand, descrito como un anciano culto y amable que pudo disfrutar de los suculentos platos de su cocinera particular antes de que una grave enfermedad le obligara a seguir un estricto régimen alimenticio.
Rodada parcialmente en estancias del propio palacio del Elíseo y en desolados parajes de Islandia, el film narra también mediante secuencias que se alternan en el montaje la labor durante un año de la protagonista tras su dimisión, en la cocina de una base antártica, quizá como elegido contraste entre la rigidez de la burocracia y el protocolo de la Administración parisina y la libertad y camaradería reinante entre los científicos y los empleados establecidos cerca del Polo Sur. De fuerte temperamento y amante de la independencia, Danielle Hortensie nos es presentada con muchas luces y con escasas o nulas sombras, acabando finalmente por regresar a su región natal para dirigir un restaurante de su propiedad, convertido además en granja y en escuela de hostelería.
Este film biográfico está realizado con abundantes elementos de ficción, sin reflejar fielmente los sucesos realmente acaecidos, aunque sea cierto que Danielle Hortensie fue recibida con hostilidad por el personal, íntegramente masculino, de los servicios gastronómicos del Elíseo, una rivalidad causada sin duda por la envidia, lógica en los años 80, dada su condición de mujer y por vestir una ropa considerada poco “adecuada” a su actividad profesional.
Los que somos profanos en materia culinaria nos sentimos anonadados ante la variedad, la sofisticación y la exquisitez de los menús —auténticos todos ellos— que contemplamos, elaborados seguramente con productos de máxima calidad y con toda la amorosa dedicación imaginable. No es extraño, pues, que el también gourmet Christian Vincent haya comparado la elaboración de las películas con la de la comida: ambas comparten el recurso de determinadas recetas, consistencias, sabores, temperaturas y tiempos en una sabia mezcla de tradición e innovación.
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