(1) JACK EL CAZA-GIGANTES, de Bryan Singer.

GIGANTES Y CABEZUDOS
La reciente avalancha de adaptaciones fílmicas de célebres relatos infantiles que nos invade, moda implantada en Hollywood ante la rentable actualización de estas fuentes literarias para adecuarse a los cánones contemporáneos del espectáculo familiar, sigue devorando aquellos personajes que han formado parte de nuestra infancia. Ahora le toca el turno al joven Jack, protagonista de una fábula anónima de origen inglés que narra sus increíbles aventuras en un mundo poblado de gigantes tras adquirir unas habichuelas mágicas con las que accede a ese fascinante lugar.
Jack el caza-gigantes revisa el citado cuento desde el prisma de la fantasía épica que apunta a cierta saga tolkiana, configurando un blockbuster tan desmesurado como bobalicón, resultando muy decepcionante la dirección de un Bryan Singer cada vez más alejado de su magnífico debut, la recomendable Sospechosos habituales (2005). Desafortunadamente, los 200 millones de dólares de su presupuesto, dedicados casi por entero al apartado técnico, no han sido invertidos en la solidez de un guión que zozobra en un mar de convencionalismo, ni en la construcción de unos personajes que naufragan en la simple caricatura.
Bien es cierto que se trate, seguramente, de una de las revisiones que con más fidelidad respeten el espíritu original de su referente, mezcla de una concepción sublimada de la aventura clásica y del carácter aleccionador y moralizante de una narración destinada a un auditorio infantil, que incluso recupera la comicidad postmoderna de títulos emblemáticos de los años 80, como La historia interminable (1984), La princesa prometida (1987) o Willow (1988). Pero los citados defectos, unidos a las olvidables interpretaciones de un reparto que parece tomárselo a cachondeo, empobrecen Jack el caza-gigantes a la categoría de film olvidable en estos tiempos de entretenimiento efímero.
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