(1) THE HOST (LA HUÉSPED), de Andrew Niccol.

AMORES IMPOSIBLES ENTRE DOS RAZAS INCOMPATIBLES
Los entusiastas de la ya extinta saga Crepúsculo, versión mojigata y presuntamente terrorífica del amor juvenil entre razas incompatibles, tienen en The Host (La huésped) un efímero sustituto en esta época de sentimentalismo de corte reaccionario y ultraconservador, caracterizado por una propensión a la estética kitsch, la exaltación de la castidad y la sublimación del romance decimonónico. La nueva criatura de la mormona Stephenie Meyer se lanza a la ciencia-ficción interestelar esgrimiendo las mismas armas: castas pasiones adolescentes teóricamente imposibles envueltas en un contexto fantástico. Simplemente cambiando vampiros y licántropos en sus interpretaciones más asépticas y remilgadas por una raza parásita alienígena, la citada autora amenaza con dar inicio a una nueva franquicia de dudoso interés. El tiempo nos dirá si el público al que va dirigido sigue adorando a un falso Dios o descubre finalmente la artificiosidad de un fenómeno literario creado aplicando frías y asépticas fórmulas editoriales.
La trama, inspirada sin disimulo por las clásicas La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) y La invasión de los ultracuerpos (1978), nos traslada a una realidad distópica en la que el planeta ha sido conquistado por una especie de alienígena que se apodera de la mente de su huésped, mientras los pocos humanos que conservan su libertad luchan por su supervivencia. Intentando evitar poner en peligro a su hermano pequeño y a su amado, una joven cae en manos de los extraterrestres y es poseída por uno de ellos. Es entonces cuando comienza una peculiar dialéctica interior, entre anfitrión y huésped, por dominar el cuerpo de la protagonista. La fuerza y el coraje de Melanie logrará doblegar la voluntad de Wanderer y le hará sentir todo lo que ella siente, descubriendo un complejo universo de sentimientos por el que sentirá empatía hacia la raza esclavizada.
El responsable de The Host (La huésped) se esfuerza en proporcionar un cuidado envoltorio a la historia, demostrando un gusto exquisito para la puesta en escena y para dotar de poderío visual a las imágenes, pero Andrew Niccol se revela incapaz de dejar entrever el talento que acreditó como realizador en Gattaca (1997), advirtiendo de las tentaciones totalitarias de la manipulación genética, y como guionista en la magnífica El Show de Truman (1998), denunciando los abusos del poder mediático sobre los individuos.
Sin duda, la anclaje argumental se desmenuza ante la debilidad de dos elementos narrativos clave: el excesivo uso de la voz en off para reflejar la rivalidad entre la mente ocupada y la ocupante, incapaz de trascender sus limitaciones cayendo en el absurdo; y el insolito triángulo amoroso creado, cuarteto si incluimos el alienígena invasor, que reproduce la pauta fundada en Crepúsculo con la misma puerilidad. El resto de tramas son anecdóticos incisos para crear un clima de suspense que nunca logra despegar, alargando innecesariamente el metraje hasta las dos horas de duración.<
En resumen, The Host (La huésped) es una ingenua traslación del universo ñoño e hiperedulcorado de Bella Swan y Edward Cullen contextualizado en una invasión extraterrestre. Su falta de originalidad, aplicando los mismos ingredientes pero en otro escenario, produce los mismos defectos mencionados en las críticas correspondientes a la mencionada saga vampírica.
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