(1) ANNA KARENINA, de Joe Wright.

ADULTERIO EN LA RUSIA ZARISTA
De la excelente novela Anna Karenina publicada por León Tolstoi en 1877, la de Joe Wright es la sexta versión fílmica que he podido documentar tras las dirigidas por Edmund Goulding (1927), Clarence Brown (1935), Julien Divivier (1948), Alexander Sarji (1967) y Bernard Rose (1997). Pero pese a la experiencia del realizador británico en otras correctas adaptaciones literarias como Orgullo y prejuicio de Jane Austen y Expiación: Más allá de la pasión de Ian McEwan, al prestigio del guionista Tom Stoppard y al gancho interpretativo de Keira Knightley y de Jude Law, esta nueva transposición cinematográfica de la famosa obra de León Tosltoi (1828-1910) me ha decepcionado por completo, pues su fofo esteticismo –la mayor parte del presupuesto parece gastado en decorados y en vestuario– me ha recordado la pobreza estilística y la falsa reputación de cineastas como Franco Zeffirelli o Baz Luhrmann.
Este drama de la esposa y madre que vive un rutinario matrimonio y que sucumbe a la pasión destructora que despierta en ella un apuesto oficial de caballería, el conde Vronsky, es en origen un retrato pormenorizado, no exento de crítica, de las clases privilegiadas —aristócratas, militares, funcionarios, terratenientes, etc.— de la Rusia zarista de finales del siglo XIX, de su puritana intransigencia y de la tragedia que se cierne fatalmente sobre Anna, una mujer adúltera de la alta sociedad. Porque ya conocemos la evolución de las ideas del escritor, en aquel momento partidario de la vida natural en el campo, de la libertad de los siervos, del pacifismo y de la cultura popular.
Los responsables de este film, sin embargo, han colocado a la nobleza pululando en un viejo teatro, equiparando sus actos y relaciones en una afectada representación escénica forzando la escenografía y la labor de los actores con el fin de alejarse de cualquier referencia naturalista. Pero si Bertolt Brecht utilizó el “distanciamiento-extrañamiento” como instrumento para clarificar y comunicar mejor sus ideas, en esta ocasión el artificio expresivo resulta completamente pretencioso y amanerado. A la superficial gratuidad de la película contribuye además la falta de una continuidad narrativa que haga más consistente la psicología de los personajes así como la frivolidad de unos diálogos que parecen sacados de una vulgar telenovela latinoamericana.
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