(4) TABÚ, de Miguel Gomes.

PASIÓN PROHIBIDA EN LA COLONIA AFRICANA
Mientras yo me partía de risa en mi butaca, un silencio sepulcral reinaba a mi alrededor en la sala. Seguramente, la mayor parte del público, confuso y desorientado, no lograba conectar con esta singular muestra del talento de Miguel Gomes, el tercer film de un realizador lusitano hasta ahora desconocido entre nosotros pese a haber obtenido numerosos premios en festivales. Un film que ha sido rodado en formato digital, en B/N y con pantalla de reducido tamaño para obtener imágenes que imitaran en textura e iluminación las del cine mudo de “autor”, concretamente el de los años 20 y 30, incluso utilizando algunos fragmentos carentes de sonido.
No resulta fácil explicar mi fascinación ante esta película que, no obstante, puede ser analizada de muchas maneras. El relato es el brillante e imaginativo ejercicio narrativo de un cineasta que se burla de los tópicos y que juega con ellos para darles la vuelta y subvertir su significado, porque en esencia lo que se está contando es una vulgar historia de amores adúlteros en el África colonial portuguesa.
Es pues necesaria la activa complicidad del espectador para comprender y disfrutar de un film que es como una continua y radical broma que mezcla las abundantes citas cinéfilas, empezando por el Tabú (1931) de Murnau, con la religión, la historia, la política, la sociología, la pasión y la soledad, sirviéndose de géneros que van del melodrama al cine de aventuras, además de basar la narración en una variedad de estilos que establecen una contradicción entre las imágenes y la banda sonora, entre la retórica de la voz en off y situaciones cotidianas de carácter costumbrista, entre increíbles peripecias melodramáticas y la sobriedad de los actores, entre un mítico pasado y un presente gris. La sucesión de arbitrariedades, equívocos y anacronismos acaba por desorientar al espectador, poco habituado a pensar en todo este conglomerado de disparates y delirios, apoyados en la ironía y el sarcasmo, es el material con el que siempre se ha elaborado lo surrealista. La multiplicidad de puntos de vista narrativos viene a complicar aún más la cuestión.
Miguel Gomes desea contar una historia simple de una forma tan compleja como distanciada, advirtiendo al espectador avispado de que lo que está contemplando no es sino una mera ficción convencional y para ello se sirve de diversos recursos, desde las canciones exageradamente románticas en medio de la explotación colonialista a la lectura de la novela racista Robinson Crusoe de Daniel Defoe escrita en 1719 por la sirvienta negra o desde el monte más alto de la región al plano en vertical generado por la imposible perspectiva de un cadáver.
Para completar el panorama, las formas expresivas de las dos partes de la película son diferentes. La primera, con una anciana Aurora ludópata, arruinada y demente en la Lisboa actual, abarca una semana entre 2010 y 2011 y se caracteriza por la monotonía, la desilusión y la tristeza de los personajes. La segunda, un flash-back total de diez meses en época indefinida, viene a completar el sentido de la primera, con una Aurora juvenil y embarazada de su marido Mario que mantiene en la colonia africana un romance adúltero con Gian Luca Ventura, un apuesto vecino dedicado a la música moderna.
Tabú, con su aparente ligereza de tono, esconde una mirada tan lúcida como crítica, tan divertida como rigurosa. Ahí está la ociosa vida de los colonos blancos, la pasiva servidumbre de los nativos negros, los amores imposibles y culpables que incluyen eróticas escenas y un asesinato, los folletinescos meandros argumentales y el marco histórico que pasa de la monarquía a la dictadura de Salazar para finalizar en las guerras independentistas y la Revolución de los Claveles de 1974. Una película que constituye un reflejo intemporal contra las falsas nostalgias de pasados tiempos imperiales, de las luces y sombras del ser humano, de sus mitos y creencias, presentes tanto el época colonial como en un Portugal por fin democrático y europeo que, sin embargo, tampoco encuentra motivos para sentirse feliz.
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