(2) THE MASTER, de Paul Thomas Anderson.

LAS SECTAS: REFUGIO Y NEGOCIO
Pese a que los films que conocemos de Paul Thomas Anderson disten mucho de estar plenamente logrados, siento una especial decepción ante The Master, quizá porque esperaba una mayor concreción en el retrato —o denuncia (¿?)— de los métodos y efectos de la labor de las sectas, concretamente la de la Cienciología, aquí denominada “La Causa”, un refugio espiritual y un gran negocio a costa de la fanática credulidad de sus adeptos, pero también por su estilo narrativo —confieso mi asombro ante los premios a la mejor dirección e interpretación en el Festival de Venecia—, el propio de un relato que transita por el filo que separa lo original de lo pretencioso, limitaciones a las que no es ajeno el guión, demasiado errático y reiterativo en ocasiones.
También creo exagerada la interpretación de Joaquin Phoenix, interpretando al ex marino psicópata adicto al alcohol cuya aplicación literal del “método” del Actor’s Studio sólo da lugar a una caricatura de los admirables trabajos de Marlon Brando y de James Dean, en el papel de conejillo de Indias y fiel servidor del fundador de la secta Lancaster Dodd, “El Maestro”, encarnado convincentemente por Philip Seymour Hoffman. La situación del ex combatiente a su regreso a Estados Unidos ya fue mucho mejor mostrada y dramatizada por William Wyler en Los mejores años de nuestra vida (1946). La inadaptación a la vida civil de los soldados desmovilizados tras la II Guerra Mundial, sus traumas a causa de dilemas morales y sufrimientos físicos en sangrientas batallas así como sus posteriores carencias afectivas, laborales y económicas propiciaron en la Norteamérica de los años 50 la aparición de numerosas organizaciones sectarias, extrañas iglesias y comunidades de prosélitos que prometían remediar con su comprensión y ayuda los trastornos psíquicos, incluyendo las diversas adicciones, de quienes se sentían abandonados a su suerte.
Pero muy pronto llegaron los réditos, los beneficios financieros, para muchos de aquellos redentores, negocio por el que esta película pasa bastante por encima aun mostrando o sugiriendo donaciones, cuotas, edición de libros, conferencias remuneradas, etc. y el acomodado status alcanzado por el carismático líder. The Master, en un pretendido afán generalizador que evita toda acusación concreta pero que también le impide hacer un riguroso análisis del fenómeno, empareja al ex marino y al “Maestro” en un particular duelo que, aparte del interpretativo, subraya el contraste entre la violencia espontánea de uno y la calculada frialdad del otro, un mero disfraz culturalista éste que oculta su verdadera catadura de charlatán embaucador que revista su carácter manipulador con la seria apariencia de médico, psicoanalista, filósofo y científico. Y uno se pregunta: ¿cómo se puede con tal cúmulo de disparates, con banales mensajes de reencarnación, la anterior vida en tiempos remotos, las curaciones milagrosas y los extraterrestres, seguir reclutando a tantos fieles incondicionales? Porque los predicadores de hace 60 años no han desaparecido. Con la evolución técnica de los medios de comunicación han ampliado el ámbito¡ de su influencia doctrinal, primero con la radio y después con la televisión. Y no les falta la clientela.
El film ha sido rodado en formato 70 mm., la Vistavisión utilizada a partir de los años 50, justificándolo su director como un intento de alcanzar la máxima nitidez fotográfica y de recrear el ambiente de la época mediante el peculiar cromatismo de sus imágenes. Pero ¿para qué este derroche técnico en una historia de carácter básicamente intimista?
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