(2) EL VUELO, de Robert Zemeckis.

UN HÉROE DESENMASCARADO
Tras un breve prólogo que describe la desenfrenada rutina del protagonista, un experimentado piloto de líneas comerciales sumido en una peligrosa espiral de autodestrucción, sucede una de las más impactantes y sobrecogedoras secuencias de un accidente aéreo que recuerde. Sin embargo, el regreso de Robert Zemeckis a la imagen real tras su larga travesía por la animación digital de la mano del motion capture no debe catalogarse como cine de catástrofes porque el percance no es más que una elaborada argucia para ubicar al protagonista en un contexto dramático más intenso. Sin pretender desvelar aspectos relevantes del argumento, El vuelo es un lúcido drama sobre el alcoholismo. Un retrato más de esos demonios que habitan en el fondo de una botella, concebido como un eficaz vehículo de lucimiento del célebre actor Denzel Washington, estrella indiscutible de la función, nominado al Oscar por su destacable interpretación.
Lo llamativo aquí es la interesante reflexión sobre la ambigüedad del heroísmo. Lejos del carácter inmaculado del héroe clásico, un arquetipo lleno de virtudes, el diestro comandante que salva la vida a cientos de personas en un improbable aterrizaje de emergencia oculta un lado sombrío. Es un enfermo que necesita ayuda pero no reconoce su condición. Es un ser humano roto, víctima de sus dañinas adicciones. Pese a ser agasajado como ídolo nacional, la posterior investigación de los hechos pone al descubierto su dependencia al alcohol y a las drogas, propiciando un radical giro de los acontecimientos que amenaza no sólo su nuevo estatus, sino su carrera e incluso su vida. Esto lleva al espectador a plantearse muchas cuestiones: ¿era inevitable el accidente y él sólo hizo lo que pudo? , ¿fue culpa suya debido a su pésimo estado?, ¿qué habría pasado si hubiera gozado de plenas facultades?, ¿su heroísmo le exime de responsabilidad?
Su conflicto interno y la investigación de las autoridades para averiguar las causas del accidente son, en esencia, los aspectos más sugestivos de la trama. El resto, como su particular relación sentimental con una drogadicta en proceso de desintoxicación –que recuerda inevitablemente a la que mantenía el alcohólico interpretado por Nicolas Cage en Leaving Las Vegas (1995) con la prostituta encarnada por Elisabeth Shue– o su nefasta relación familiar, no aporta ninguna novedad y por lo tanto carece de interés.
A pesar de ello Robert Zemeckis vuelve a demostrar su valía como narrador excepcional, capaz de insuflar gran dinamismo al relato, y como diligente director de actores, manejando sabiamente un solvente elenco artístico.
Lamentablemente la impecable factura técnica de El vuelo, propia de una cuidada superproducción, y la aptitud como cronista del realizador no pueden evitar un desenlace moralista propio de un telefilm de sobremesa, cuya corrección política contradice toda la faceta de inmoralidad exhibida a la hora de describir a Whip Whitaker. Las rayas de cocaína, las habituales resacas tras noches de alcohol y las maratonianas sesiones de sexo interracial parecen confirmar la osadía de un Zemeckis desatado, pero en su mirada hay un puritano que no puede evitar mostrar ciertos prejuicios. Tras un inicio prometedor y un desarrollo que mantenía las expectativas, de repente se transforma la película en un rutinario drama redentor de esos que tanto gustan en Hollywood. Aún así, el metraje de 138 minutos pasa en un suspiro. Entretiene, que no es poco.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.