(2) EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO, de Peter Jackson.

LA RETÓRICA DEL EXCESO O CÓMO VIVIR DE RENTAS
Como humilde admirador de El Señor de los Anillos, la magna saga literaria de J. R. R. Tolkien, y defensor, si bien con matices, de su aparatosa adaptación fílmica, me declaro satisfecho por la decisión de Peter Jackson y los ejecutivos de Hollywood de trasladar a la gran pantalla la primera novela dedicada por el citado escritor británico a la Tierra Media. Reconozco, por tanto, mi fascinación por ese universo adscrito a la fantasía épica, poblado por criaturas mágicas y seres mitológicos, imitado posteriormente por abundantes obras de similar temática.
Sin embargo, desde el visionado de El Hobbit: un viaje inesperado, he experimentado cierto desasosiego provocado por un conflicto interno entre mi lado emocional y mi lado racional. Mi respuesta instintiva como espectador fue la de disfrutar de ese entretenido relato de ficción abordado con un alarde técnico y artístico extraordinario; pero una vez asimilados los estímulos e interpretada la obra en conjunto a nivel intelectual, el film se me antoja una sorprendente, maravillosa y espectacular… fanfarronada.
En primer lugar, y principalmente, porque convertir una pequeña novela, más ligera y sencilla que su secuela, en una trilogía de 9 horas implica un meritorio ejercicio de expansión narrativa que necesariamente altera el espíritu y la letra de su referente. Ello no significa que se deba valorar una adaptación al cine según la fidelidad mostrada a la obra original, aunque es un elemento a tener en cuenta. Sólo afirmo que resulta evidente la legítima intención comercial de prolongar hasta la extenuación el filón que representa una fórmula que ha demostrado su rentabilidad. Así pues, no es de extrañar que los fanáticos de ESDLA aprecien personajes inventados, tramas alteradas y otros recursos añadidos con el objetivo de estirar artificialmente el metraje. Supongo que, especialmente a ellos, no les importará prolongar el placer de ver las aventuras de Bilbo Bolsón en las salas de cine, pero los que trascendemos esos burdos intereses económicos y exigimos una obra de calidad lamentamos lo que consideramos al menos una deleznable concesión a la taquilla.
En segundo lugar, porque contemplar el film suscita un incómodo y empobrecedor déjà vu al reproducir con calcada exactitud la estructura de ESDLA. La función de introducir la historia de El Hobbit: un viaje inesperado imita descaradamente situaciones análogas a las de El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (2001). Peter Jackson nos invita a una nueva aventura salpicada de más humor –la participación de un grupo de enanos da pie al contrapunto cómico, como lo demostró Gimli en ESDLA– y menos solemnidad. El realizador neozelandés no hace nada que no haya hecho antes, siendo simplemente más de lo mismo.
Ahora bien, sería injusto demonizar El Hobbit: un viaje inesperado por ser hijo de su padre. Afortunadamente, también existen virtudes que ensalzan el oficio de su responsable: una vez más se pone de manifiesto la superioridad del cine made in USA para elaborar un producto de impecable factura técnica destinado al entretenimiento de masas. La mejor estrategia del que acuda a verla será, sin duda, encontrar el tono ligero y distraído de este espectáculo visual y dejarse llevar por el niño que todos llevamos dentro, ese que años ha imaginaba mundos imaginarios donde existían seres fascinantes con poderes increíbles y protagonizaban hazañas dignas de ser recitadas por los juglares a lo largo de los siglos.
Como última reflexión, un comentario sobre el apartado técnico. Sospechaba que un peso importante a la hora de valorar el film sería el uso (o abuso) de los efectos especiales y no me equivocaba. Rechazo el efectismo como mero reclamo, pero aquí resulta tan natural como necesario. Dar vida a seres fantásticos con todo lujo de detalles, paisajes de ensueño, trepidantes escenas de acción y, en definitiva, recrear un universo de la talla de Tierra Media merecía el esfuerzo. Y la cúspide de ese derroche tecnológico es la aparición de un Gollum hiperreal que, siendo un personaje creado por ordenador, hace sombra al resto de actores convirtiendo la secuencia que narra el encuentro entre Bilbo y éste en la escena dramática más importante de esta saga que empieza.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.