(0) LA SAGA CREPÚSCULO: AMANECER PARTE 2, de Bill Condon.

TELENOVELA VAMPÍRICA PARA ADOLESCENTES
Afortunadamente, la franquicia cinematográfica basada en los libros de la mormona Stephenie Meyer llega a su fin. Poco más se puede decir de lo comentado en las críticas de las anteriores entregas, pues La Saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 calca todos los defectos y las limitaciones de sus predecesoras.
Grosso modo, culmina aquí la versión más mojigata e insulsa del amor post-adolescente, con vampiros y licántropos en sus interpretaciones más asépticas y remilgadas, en lo que se considera ya una nueva mitología para esta época de sentimentalismo de corte reaccionario y ultraconservador, caracterizado por una propensión a la estética kitsch, la defensa numantina de la abstinencia sexual —la virginidad como un premio/regalo al paciente marido; la sexualidad es sólo sugerida, nunca mostrada—, la sublimación del amor —puro, estático y eterno— y una reelaboración del clásico relato de terror decimonónico a los gustos del público infantil actual. Antes las criaturas de la noche daban miedo; ahora ser hombre lobo o vampiro es guay ya que todo son ventajas: tienes superpoderes, no enfermas ni mueres y vives interesantes aventuras.
El resultado es una caricatura con pretensiones artísticas que ni aprueba como drama romántico a tres bandas ni como relato de terror juvenil. De hecho, la conclusión de la saga reafirma su naturaleza telenovelesca, más allá de sus incursiones en el mundo del vampirismo, la licantropía y el género superheroico. Exótico refrito con presuntas raíces literarias, la Saga Crepúsculo es objeto de seducción para los iniciados pero susceptible de burla para los profanos como el que suscribe.
Además, por su condición de artificioso alargamiento de la serie, La Saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 narra poco y torpemente, pues los conflictos originales se han resuelto y el enfrentamiento final está débilmente sustentado con trucos narrativos propios de un vendedor de humo, si bien la concatenación de escenas de acción donde se da rienda suelta al efectismo digital evita dormirse en la butaca. Que ya es algo.
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