ENTREVISTA A MARCO BELLOCCHIO, DIRECTOR DE CINE

“NO ES BUENO CAER EN LA RESIGNACIÓN”
El veterano director Marco Bellocchio (Piacenza, 1940), una de las figuras imprescindibles del cine italiano de las últimas décadas, asistió la semana pasada a la presentación de la retrospectiva sobre su obra organizada por la Filmoteca del IVAC, un ciclo que permite a los valencianos recuperar algunos de sus filmes más importantes y personales. Perteneciente a una excelsa generación de cineastas que conformarían lo que se denominó el Nuevo Cine Italiano, Bellocchio es uno de los exponentes de la modernidad cinematográfica que se gestó ya en el Neorrealismo y que rebasó gracias a su mirada personal, desde el compromiso político y la crítica social.
Pese a los años transcurridos, su cine sigue gozando de una gran vitalidad. ¿Cuál cree que ha sido el secreto de su éxito?
Hace un rato, mientras esperaba que comenzara este acto, un joven me confesó su admiración por mi primera película Las manos en los bolsillos (1965). Eso me hizo meditar con tristeza sobre el paso del tiempo, pues él no había nacido cuando se estrenó la película, pero también con estupor el impacto que tuvo tanto en España como en Italia. Creo que las obras que trascienden son aquellas que transmiten una verdad universal, que reflejan fielmente algún detalle de la naturaleza del ser humano, nuestras filias y fobias, nuestras contradicciones, nuestras pulsiones, en definitiva nuestros defectos y virtudes, independientemente del lugar y del momento elegidos.
¿Sus películas son un reflejo de su propia experiencia o es un mero testigo de la sociedad en la que vive?
Mi filmografía responde a mi vida, a mis experiencias personales. En mis películas se ven mis convicciones, mis principios y mis valores pero nunca impuestos sino expuestos al espectador que mira. En ellas aparece inevitablemente la experiencia política. Como ciudadano, siento la necesidad de reflejar la crisis económica y de valores que sufre la sociedad italiana actual, al igual que la española.
Desde sus inicios, ¿cómo ha evolucionado su modo de ver el cine?
Mi labor como cineasta se orienta a ir más allá de esta realidad política y económica destructiva, cruel e insolidaria que se concibe como una lucha que persigue destruir al adversario. Mi cine pretende proponer alternativas, convirtiéndose en un instrumento de resistencia. Además como artista no debo dejar de seguir su instinto y ser enemigo de la satisfacción. No es bueno caer en la resignación.
Como autor coetáneo de grades figuras del cine italiano (Passolini, Bertolucci, etc.), ¿se ha visto influido o condicionado por ellos?
Naturalmente siempre hay coincidencias porque el cineasta bebe de su contexto, no es un individuo aislado de la sociedad. Es cierto que el mundo del cine es muy pequeño pero siempre pude escoger mi propio camino. Pero siempre he tenido claro que quería ser yo mismo.
En su filmografía no sólo se conforma con mostrar una realidad externa sino que le interesa retratar la realidad interna, el ámbito psicológico.
Efectivamente, mientras mis compañeros durante los años 60 se centraron en potenciar un nuevo discurso político reflejo de las utopías revolucionarias de la época, decretando de paso el fin del Neorrealismo, mi mayor interés enseguida se dirigió a mostrar el interior de la sociedad y de sus instituciones a través de las personas.
Frecuentemente, en sus filmes el protagonista se encuentra avasallado por una férrea dictadura familiar y por el peso de la religión, entendida como un mecanismo que humilla y explota el sentimiento de culpabilidad.
Y ante esas “superestructuras” que someten al individuo la única posibilidad es la resistencia numantina o la huida. Mi obra podría resumirse en el esfuerzo por parte de las personas por superar aquellos condicionamientos que las restringen (sexualidad, familia, religión, sociedad).
¿Concibes la locura como un paso inevitable para superar la contradicción entre el instinto, algo libre y natural, y la cultura, algo represor y artificioso?
La locura no creo que sea un destino inevitable del ser humano. Pero sí es un síntoma de esa lucha continua por liberarse de los fantasmas que acosan a las personas. Muchos piensan que mi cine es como acudir a una terapia, como ir al psicólogo. No doy respuestas, sólo planteo interrogantes.
¿Qué le queda por decir, cinematográficamente hablando?
Sigo dedicándome a esto porque quedan cosas que decir. El silencio es la muerte del cineasta. Que mis películas tengan público quiere decir que tienen vigencia, dicen algo que interesa.
Pau Vanaclocha
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.