(3) UNA VIDA MEJOR, de Cédric Khan.

EL INFIERNO DE LA DEUDA
La crisis económica actual está favoreciendo la eclosión de un nuevo cine social que, desde parámetros realistas, critica con firmeza y sin maniqueísmos de antaño las injusticias de un sistema capitalista que parece dirigirse al desastre. En este marco de legítima indignación debe ubicarse el último film del realizador galo Cédric Khan, antiguo crítico cinematográfico de la mítica Cahiers du Cinéma.
Una vida mejor es un demoledor drama personal protagonizado por una pareja que, tras endeudarse para emprender un negocio de restauración, acaba hundiéndose en el infierno de la pobreza, la marginación y la delincuencia. Él es un talentoso cocinero con espíritu emprendedor cuya esperanza de prosperidad es constantemente demolida por la terca realidad. Ella es una camarera libanesa que decide emigrar a Canadá en busca de trabajo, dejando a su hijo de 9 años bajo responsabilidad de su compañero, pero pronto descubre que no se encuentra en el paraíso prometido.
Lo que empieza como una historia de amor sencilla y corriente se convierte aceleradamente en una lúcida denuncia de un sistema económico que trata con brutalidad a los más frágiles. Una vida mejor configura un elocuente retrato de las miserias que genera unas reglas de juego perversas, donde los bancos conceden créditos suicidas con condiciones cainitas, la burocracia impide el normal desarrollo de la iniciativa empresarial y el chanchullo se generaliza como alternativa a la economía legal.
Pero también se tratan otros temas de importancia: la inmigración, la paternidad responsable, la educación, la mafia, la infravivienda… resultando una acertada radiografía socio-económica de estos tiempos que corren.
Evitando caer en tonalidades melodramáticas, Cédric Khan despliega una narración sin preámbulos, sin rodeos ni fruslerías gratificantes, mostrando con frialdad situaciones de progresivo empobrecimiento y creciente desesperación. Sin duda, la mayor virtud de Una vida mejor es que el cineasta no juzga sino que se limita a mostrar, lo que potencia la credibilidad del relato. A ello se suma una buena dirección de actores que saca lo mejor de unos personajes tridimensionales que destilan vida en cada poro de su piel.
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