(3) FRANKENWEENIE, de Tim Burton.

EL JOVENCINTO FRANKENSTEIN
Aquellos que habían pronosticado el declive artístico de Tim Burton aludiendo a su irregular trayectoria ulterior deberían retractarse ante lo que se me antoja el regreso de su mejor cine, entendido como ese cosmos primigenio que le convirtió en referente ineludible de la versión más siniestra del género fantástico.
Nos encontramos ante una hermosa, enigmática, sombría y mágica carta de amor al cine clásico de terror en forma de largometraje animado, realizado mediante la técnica del stop-motion y en blanco y negro, basado en un cortometraje homónimo de 1984 sobre un pequeño niño ensimismado con la ciencia que hace lo imposible por devolverle la vida a su perro. Curiosamente, aquel trabajo le valió el despido de Disney porque su visión tétrica no era la adecuada para el público infantil. Ahora es el propio estudio el que financia el proyecto, un producto apto para toda la familia, demostrando que en aquel momento Burton era un adelantado a su tiempo.
Envuelto en una exquisita factura técnica, Frankenweenie recrea el clásico relato de Mary Shelley otorgando el máximo protagonismo a unos niños de estética gótica que, tras descubrir que uno de ellos ha revivido a su mascota, compiten en un concurso escolar intentando revivir a sus respectivas aunque el experimento se les va de las manos. Reivindicándose a sí mismo, el director se introduce de nuevo en ese mundo lúgubre y oscuro habitado por personajes enigmáticos e inadaptados que le hizo famoso mientras homenajea todos los mitos y leyendas de terror que de niño alimentaron su fértil imaginación: Frankenstein, Drácula, el Hombre Lobo, la Momia… hasta Godzilla. Son constantes los guiños y referencias nostálgicas al cine de serie B de los años 50 hasta las películas de la Hammer, en un film repleto de drama y de humor que constituye el cénit de su madurez creativa y su talento expresivo.
Será criticable la irregularidad de su filmografía, pero conviene reconocer que Tim Burton se las apaña para trasladar su sello personal a cada proyecto que asume. No todos pueden decir lo mismo. Nadie duda ya de su condición de carismático autor.
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