(3) BLANCANIEVES, de Pablo Berger.

UN CUENTO CAÑÍ
Seleccionada por España para optar al Oscar estadounidense además de ganar un importante premio en el pasado Festival de San Sebastián, esta coproducción hispano-francesa parece haber perdido gran parte de su efecto sorpresa tras el todavía reciente estreno de la galardonada y taquillera The Artist (2011), de Michel Hazanavicius, una película que tuvo el atrevimiento de utilizar formas narrativas y expresivas propias del cine mudo: fotografía en blanco y negro, diálogos sustituidos por rótulos, abundante acompañamiento musical, juego interpretativo de carácter gesticulante y otros recursos que la emparentaban con el estilo de los grandes maestros de la época silente.
En esta ocasión, el realizador de Torremolinos 73 (2003), Pablo Berger, ha barajado y mezclado con talento elementos de variadas procedencias y géneros en un proyecto de similares características estéticas que se remonta al año 2005 y que, por su absoluta originalidad, no pudo encontrar en su momento la financiación necesaria pese a utilizar como eje del relato el famosísimo cuento Blancanieves de los hermanos Grimm, filólogos y lingüistas alemanes que escribieron numerosos libros entre los siglos XVIII y XIX, que a su vez se inspiraron en una narración del académico francés Charles Perrault (1628 – 1703).
El film de Pablo Berger sitúa la trama en el sur de la España de los años 20, con una cuidada ambientación perceptible en el vestuario, las casas y los vehículos de la época, si bien incluye algunos pequeños anacronismos, y casi siempre con rodaje en escenarios reales. Destaca ante todo el estupendo fondo musical de Alfonso de Vilallonga, sin olvidar la acertada labor de los actores —Maribel Verdú, Daniel García Cacho, Ángela Molina, Macarena García y Josep Maria Pou— y especialmente la pericia del realizador en la utilización y mezcla de diversas referencias: el melodrama, el terror gótico, los contundentes rótulos explicativos, el mundo de los toros y del folklore andaluz, etc.
Pero hay que mencionar especialmente la confesada inspiración de su autor: el magistral film Freaks. La parada de los monstruos (1932), de Tod Browning, un relato ya clásico que mezcla horror y ternura en un cerrado universo circense poblado de seres deformes y monstruosos. Pablo Berger muestra aquí su amplia cultura fílmica al recurrir además a abundantes citas de títulos clave en la historia del cine, desde El beso de la muerte (1947), de Henry Hathaway, a Sunset Boulevard. El crepúsculo de los dioses (1950), de Billy Wilder; y desde Sangre y arena (1922), de Fred Niblo, a Rebeca (1940), de Alfred Hitchcock. Una auténtica gozada.
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