(2) EL ARTISTA Y LA MODELO, de Fernando Trueba.

VIDA Y REPRESENTACIÓN
Probablemente sorprenderé a más de uno si afirmo que la última película de Fernando Trueba, premiada en el reciente Festival de San Sebastián y alabada de forma unánime por la crítica especializada, no ha llegado a emocionarme ni a enriquecer mi intelecto pese a su firme voluntad de constituir una reflexión lírica y profunda sobre la vida y la muerte, la juventud y la vejez, la belleza y el horror de la guerra, la realidad y el arte, etc. aun reconociendo que no se trata de un relato pretencioso sino elaborado con aparente sencillez a partir de un guión escrito con el buen oficio de Jean-Claude Carrière y de una cuidada realización, atenta a todos los detalles, que recurre a una fotografía en blanco y negro, a precisos encuadres, a un ritmo que facilita una contemplación reposada y a una hábil dirección de actores.
La historia narrada, además, tiene su atractivo: un viejo escultor-pintor, escéptico y desencantado del mundo, logra entonar su particular canto de cisne al plasmar en mármol la figura de una hermosa joven que le sirve de modelo ante la comprensiva mirada de la esposa y antigua musa del artista. Todo sucede en 1943, en el sur de una Francia ocupada por los nazis y transitada clandestinamente por miembros de la Resistencia contra Franco y Petain, un marco político que no altera el discurso esencialmente humanista del film: un canto a la vida cotidiana, a lo que de sensual y bello tiene la existencia humana. De ahí el glorioso cuerpo femenino y el aceite de oliva como supremas creaciones de la divinidad. En resumen, un discurso cuyo eje es el drama íntimo de todo artista honesto: no poder igualar con su obra la perfección que nos ofrece la Naturaleza.
Pese a todo, he creído apreciar en El artista y la modelo algunos diálogos en exceso discursivos así como situaciones algo forzadas, como la amistad entre el escultor pacifista y el culto oficial alemán, sin que las alusiones a Cézanne, Matisse y Rembrandt se conviertan en pretencioso didactismo.
Mi relativa decepción quizá se deba a la falta de “química” que aprecio entre los actores-personajes, a cierto academicismo en determinados momentos de la puesta en escena o al discutible intento de hacer cine poético en torno a una trama argumental bastante previsible. Y, si se me permite la blasfemia, ¿no hay algunas coincidencias estilísticas entre esta película y algunos filmes de qualité de José Luis Garci?
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