(3) UNA BOTELLA EN EL MAR DE GAZA, de Thierry Binisti.

LA GUERRA INTERMINABLE
Esta coproducción entre Francia, Israel y Canadá es una muy libre adaptación de la novela homónima de Valérie Zenatti, que estuvo viviendo durante más de 10 años en Israel y que también colaboró con el realizador Thierry Binisti en la escritura del guión. Una botella en el mar de Gaza se rodó íntegramente en territorio judío por razones de seguridad para sus equipos técnico y artístico, aunque su argumento aborda la relación epistolar entre Tal, una chica judeo-francesa afincada en Jerusalén, y Naim, un joven palestino habitante de la ciudad de Gaza, que establecen contacto de manera casual tras arrojar la muchacha al mar una botella con un mensaje lleno de dudas e interrogantes después de haber sido testigo de un sangriento atentado con bomba.
El film evita todo planteamiento de índole política, religiosa o militar, optando por lanzar una mirada esencialmente humanista, integradora, contra el odio y la violencia así como a favor del respeto, la tolerancia y la convivencia pacífica entre palestinos e israelíes. La guerra y el terrorismo son sólo el telón de fondo de unos intercambios de mensajes mediante correo electrónico que abogan por el mutuo conocimiento, pese al imposible encuentro físico de los protagonistas, por la amistad y quizás por un futuro amor que la película se limita a insinuar en un final abierto cuando ambos se trasladan a Francia por motivos académicos, ya que la lengua francesa se convierte para ellos en el común medio de comunicación.
El relato, que comparte la postura ética del excelente cineasta israelí Amos Gitai, está dominado pues por un espíritu de respeto y de entendimiento entre dos pueblos largamente enfrentados cuya reconciliación no parece posible y que se expone en forma de metáfora, con un lenguaje fílmico que muestra cierto distanciamiento, sin partidismo ni sentimentalismo alguno que puedan diluir sus propuestas. Entre ellos sólo existe, de momento, la superación de una atávica aversión y la curiosidad por conocer cómo es el “enemigo” al otro lado de la hermética frontera que les separa. Sólo vemos ambientes cotidianos y gente corriente. Es una llamada al diálogo lanzada sin prejuicio ni fanatismo alguno.
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