(2) MARTES, DESPUÉS DE NAVIDAD, de Radu Montean.

DOS MUJERES A LA VEZ Y NO ESTAR LOCO
Esta primera película que nos llega del rumano Radu Montean, un experto en spots publicitarios, fue premiada en los festivales de Gijón y de Londres pero no ha logrado provocar mi entusiasmo. El problema radica no tanto en la historia narrada mil veces en el cine —un triángulo amoroso con infidelidad conyugal, joven amante y divorcio final— como en la forma de abordarla, con abundancia de interiores, planos de larga duración y conversaciones bastante banales con el fin de crear un realismo cotidiano que, según el realizador, sea exponente de un moderno cine rumano opuesto al anterior más tradicional y basado en una mirada poética lastrada por la qualité.
Los colores apagados, casi grises, plantean la duda de si responden a la intención de reflejar la monotonía de la vida cotidiana o si se trata de un defecto de la copia digitalizada exhibida. Y tampoco estoy seguro de que Radu Montean haya logrado sortear con éxito todos los tópicos habituales en este tipo de dramas familiares y afectivos pese a sus buenas intenciones a la hora de contrastar los “felices” días navideños con el íntimo desgarro de personajes, pertenecientes a una clase media acomodada de Bucarest, que convierten la convivencia en un constante intercambio de regalos, sin que quede claro si sólo se pretende dar testimonio o también criticar la ola de consumismo que parece obsesionar a los sectores enriquecidos de los países del antiguo bloque de “socialismo real”.
Quizá mi imaginación haya visto en la película algunos aspectos interesantes que carezcan de un sólido fundamento, como es la plasmación de esa doble vida del protagonista, atrapado entre la mentira generadora de tensiones psicológicas y éticas y la sinceridad causante del sufrimiento y de la ruptura matrimonial. El director y guionista ha manifestado su voluntad de evitar todo juicio moralizante, aspecto perceptible en la posibilidad de compaginar dos amores al mismo tiempo —Fellini lo insinuaba también en Ocho y medio (1963)—, por ser de naturaleza diversa: el rutinario, maternal y sosegado de la esposa frente al impetuoso, pasional y voluptuoso de la amante. La contradicción entre los sentimientos, conservadores y generadores de seguridad, y el instinto, subversivo y explorador de nuevas sensaciones y placeres sexuales. Aunque en la práctica demuestre que siempre acaba imponiéndose una de las dos relaciones establecidas y que los triángulos amorosos, tarde o temprano, terminan naufragando tras enfriarse y romperse una de ellas.
Martes, después de Navidad, pese a todo lo antedicho, me ha decepcionado por su escasa originalidad, su flojo pulso narrativo y la excesiva atonía de sus emociones.
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