(3) LOLA, de Brillante Mendoza.

MATRIARCAS
Autor de un cine parco en florituras pero fértil en ideas y sentimientos, el galardonado realizador filipino Brillante Mendoza, premiado en Cannes y en Sitges por su anterior film, Kinatay (2009), es ¡por fin! conocido en España gracias al empeño de la distribuidora Golem.
Su octavo largometraje, Lola, es una valiosa crónica de la supervivencia y un certero retrato humano y social de la actual Filipinas —antigua colonia española que apenas conserva lazos culturales con su antigua metrópoli, siendo algunos nombres propios y un escaso vocabulario el único vestigio castellano— a través de los ojos de sus dos protagonistas, dos abuelas enfrentadas por un crimen que une sus destinos. Una de ellas busca Justicia por el asesinato de su nieto y la otra quiere salvar al suyo de la cárcel, encarnando con la misma intensidad ese amor incondicional de una matriarca, pilar fundamental familiar en la cultura filipina, hacia sus seres queridos.
Ubicada la acción, pues, en un barrio caótico y bullicioso de Manila, Lola recrea de forma tan conmovedora como aterradora una realidad cotidiana afectada por la pobreza, la suciedad, la corrupción y la burocracia.
Asumiendo el espíritu naturalista propio del Cinéma Vérité, y mezclando con maestría realidad y ficción, Brillante Mendoza se limita a seguir con su cámara a las indiscutibles protagonistas, centrando su atención en los aspectos más anodinos de su existencia. Potenciando los llamados “tiempos muertos”, el realizador se abstiene de intervenir con su punto de vista en la acción, siendo un mero testigo presencial. Además, la pretensión hiperrealista del director le hace recorrer con las abuelas las calles de la ciudad y diversos escenarios como una funeraria, una comisaría, un juzgado o un mercado, entre el sudor, la lluvia y el viento, en un sólido y eficiente retrato de personajes que usa el fondo urbano como un elemento descriptivo más.
Finalmente, aprovecha la época de lluvias para enriquecer la ambientación de la historia, creando una atmósfera asfixiante de cálida y húmeda, sirviendo como metáfora de las numerosas inclemencias que sufren ambas en su vida diaria.
En definitiva, una maravillosa película que nos recuerda que no hay peor jungla que la de aslfato.
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