(2) LOBOS DE ARGA, de Juan Martínez Moreno.

LA MALDICIÓN DEL HOMBRE-LOBO
Resulta revelador que los títulos más representativos del género de terror en España aborden el clásico relato de fantasmas, zombis, vampiros y hombres-lobo desde el prisma de la comedia. Quizá sea reflejo de nuestra idiosincrasia, más afín a la deformación paródica que la de otras latitudes, pero me decanto por una justificación más prosaica: es la única manera de aproximarse a él adecuándolo a las estrecheces de la raquítica industria cinematográfica patria. Ya que no podemos competir con el cine USA en espectacularidad, démosle un enfoque castizo para poder disfrutar así de algunas migajas del pastel, no vayamos a soliviantar a los gerifaltes que controlan la distribución y exhibición de películas a nivel mundial.
Presentada en el pasado Festival de Sitges y galardonada con el Premio del Público en la XXII Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, Lobos de Arga ha sido, no obstante, una agradable sorpresa porque, a pesar de acomodarse a una condición de mero producto de entretenimiento por su indiscutible falta de pretensiones, realiza con respeto y cierto oficio un digno homenaje al subgénero licántropo, en una nueva vuelta de tuerca sobre esa mítica figura de terror universal.
La película del realizador madrileño Juan Martínez Moreno recoge el testigo del fantaterror hispano de los años 60 y 70, con Jess Franco y Paul Naschy como principales valedores, y algunos films americanos de los años 80, como Aullidos (1981) y Un hombre-lobo americano en Londres (1981), títulos fundacionales de una nueva forma de atraer público, mayoritariamente juvenil, a las salas de cine.
Sin caer en la vulgaridad de algunos títulos sonrojantes de la cinematografía española —que me perdonen los inolvidables Martes y 13 y el inefable Chiquito de la Calzada—, Lobos de Arga destila un humor grueso pero con destellos de lucidez, combinando elementos surrealistas con ingeniosas pinceladas de rancio costumbrismo rural. El ritmo se mantiene ágil y las situaciones cómicas se suceden sin apreciarse una mecánica concatenación de gags forzados, sin venir a cuento.
Pero el gran acierto de esta película es, sin lugar a dudas, la selección del elenco actoral, encabezados por unos inspirados Gorka Otxoa, Secun de la Rosa y Carlos Areces. Del resto conviene mencionar, por méritos propios, a Manuel Manquina y a Luis Zahera, cuyos papeles, por secundarios que sean, resultan imprescindibles a la hora de dar sentido global a la historia.
Finalmente, para aquellos que han criticado las evidentes limitaciones en el apartado técnico, conviene recordar la endémica situación del cine nacional que explica la escasez presupuestaria de Lobos de Arga, comentada anteriormente. Pero en este caso, dada la naturaleza satírica del producto en cuestión y su intencionalidad caricaturesca, los efectos especiales resultan incluso simpáticos al espectador, en tanto que no aspira a sorprender sino a despertar una complicidad a veces olvidada, otras tantas despreciada. Apostando por las técnicas artesanales en vez de la omnipresente tecnología digital, Lobos de Arga engrandece su discreta aportación al cine de terror hispano.
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