(1) EL ENIGMA DEL CUERVO, de James McTeigue.

ALLAN POE, INVESTIGADOR PRIVADO
El último film de James McTeigue recoge el testigo de aquellos films que, desde Shakespeare enamorado (1998), recuperan las obras de un célebre escritor a partir de determinados episodios de su biografía. En este caso, partiendo de la misteriosa muerte de Edgar Allan Poe tras aparecer moribundo en un parque de Baltimore, los guionistas han construido un thriller de época en el que el atormentado literato colabora con la policía para dar caza a un asesino en serie que adopta su obra como fuente de inspiración para sus terribles crímenes.
Ello no es malo per se; sin embargo, El enigma del cuervo adolece del espíritu turbulento y melancólico de su referente literario, derivando en un discreto juego de astucia entre éste y el psicópata homicida de turno. No se explica, pues, el contexto creativo de Allan Poe, el origen de su macabra imaginación. Ni se explora las profundidades del alma, germen de las más atávicas pulsiones. A ello conviene añadir la irritante moda de aliñar todo biopic que se precie con una subtrama romántica que endulce al protagonista para convertirlo en otra cosa de lo que seguramente fue.
Aunque El enigma del cuervo está dotado de gran atractivo visual, gracias a una destacable dirección artística y a una fotografía cuidada hasta el mínimo detalle, la reformulación de la obra de Edgar Allan Poe resulta fallida. La historia se va desinflando poco a poco hasta volverse interminable, haciendo un flaco homenaje a la trascendencia de esta figura irrepetible de la Literatura universal. John Cusack hace lo que puede para no hacer el ridículo en este intento de dar vida a un personaje tan reticente a la sublimación.
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