(3) ¿Y SI VIVIMOS TODOS JUNTOS?, de Stéphane Robelin.

UNA COMUNA DE LA TERCERA EDAD
Este segundo largometraje de Stéphane Robelin –guionista, realizador de cortometrajes y de documentales para TV– es, básicamente, una mirada sobre el eros y el tánatos, es decir, un discurso sobre la dicotomía entre juventud y vejez, salud y enfermedad, vida y muerte. Su estilo muestra esa seductora mezcla de comedia y drama en la que el cine francés se ha revelado como el más hábil especialista. Cierto es que muchos aspectos de la vida real son bastante más crueles y amargos que la forma en que vienen representados en este relato de ficción, pues aquí lo trágico se halla amortiguado por un cierto tono optimista que es fruto de una visión tan generosa como irónica sobre el ser humano, sus virtudes y sus flaquezas, subrayando aspectos como la amistad, el sexo, la comida, el amor, etc.
Stéphane Robelin confiesa haber hecho este film –coproducción franco-germana– movido por dos razones principales: reunir en una historia coral a un grupo de maduros actores y actrices que fueron juveniles estrellas de cine y recordar con afecto a sus propios abuelos en su progresivo envejecimiento, poniendo de relieve que son pocas las personas que se preparan, tanto física como psicológicamente, para vivir felizmente a partir de la jubilación y, sobre todo, en la ancianidad. Un hecho agravado en los últimos tiempos, cuando los hijos ya no suelen ocuparse personalmente de sus padres incapacitados, sea por motivos laborales, por viviendas de reducido tamaño o por simple comodidad.
En este film, dos parejas y un amigo soltero, antiguos amigos que rondan los 75 años, son los protagonistas que sortean la soledad y las residencias para la tercera edad decidiendo vivir juntos en una gran casa, lo que indica el estimable nivel económico de este grupo de personas con diversas profesiones e ideologías, sin que puedan evitarse puntuales divergencias entre ellos, especialmente cuando descubren pasadas relaciones adúlteras ocultas hasta ese momento.
¿Y si vivimos todos juntos? aborda también un tema generalmente silenciado como es el de la sexualidad de los ancianos y lo hace con realismo y valentía ya que los personajes no son grandes inválidos sino seres afectados por los años o por alguna grave enfermedad. Con escenarios y decorados que evitan todo rasgo de modernidad, de un estilo burgués acorde con la edad y clase social de los protagonistas, la película es a la vez un testimonio del inevitable declive vital del ser humano y una propuesta esperanzadora, dominada por el humor, dirigida a atemperar los aspectos más ásperos y tristes de la existencia: véase la breve secuencia del funeral con champán y el féretro de color rosa.
Pero no sin razón podría también ser acusada de ser excesivamente vitalista: revivir el espíritu libertario y comunitario de los revolucionarios años 60-70 en personas que están quemando la última etapa de su vida es un argumento utópico que no encaja con la dureza y exigencia del mundo actual. Porque además no es lo mismo tener 20 años que estar sufriendo ya un mayor o menor grado de dependencia personal.
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