(3) CINCO DÍAS SIN NORA, de Mariana Chenillo.

JUDÍOS, CRISTIANOS Y AGNÓSTICOS
Cinco días sin Nora es el primer largometraje de Mariana Chenillo, nacida en México D.F. en 1977, estudiante de cine y posterior profesora de dirección, guionista, productora y realizadora de cortometrajes. El guión es, en gran medida, autobiográfico y narra acontecimientos vividos por su familia, un drama contado con cierto aire de comedia que destila un humor soterrado cuyas nada despreciables dosis de ironía lo acercan al esperpento, combinando lo cotidiano con lo absurdo, como ya hicieron en ocasiones Buñuel y Alcoriza con su festiva y distanciada mirada en torno a la carnavalesca concepción mexicana de la muerte.
El núcleo temático del film lo constituyen el velatorio y el funeral de Nora, una señora que se suicida tras 30 años de matrimonio mal avenido y 20 años de separación de su marido José, con la reunión de su cónyuge, sus familiares y algunos amigos y el choque de sus respectivas creencias, tradiciones y ritos, los propios de judíos (una minoría en México con 50.000 creyentes), cristianos y el protagonista que se ha ido convirtiendo en agnóstico y descreído con el paso de los años. En el fondo, el relato es un alegato a favor de la convivencia y de la tolerancia, y en contra del dogmatismo de las religiones, en especial la hebrea por la intransigente ortodoxia de los rabinos.
Ambientado en el interior de dos apartamentos y con algunos planos de exteriores, el film narra los cinco días que van desde el suicidio de Nora hasta su complicado entierro, con un par de flash-backs que muestran los fugaces momentos de felicidad de los casados en su juventud, lo que permite terminar la película con el redescubrimiento de unos sentimientos que habían permanecido largo tiempo ocultos.
Galardonada con docenas de premios en festivales de todo el mundo, Cinco días sin Nora (2008) nos llega con algún retraso y constituye una grata sorpresa, aunque pasará seguramente desapercibida en Valencia, pues se exhibe en una única sala y yo la vi en sesión vespertina como único espectador. Una realización sensible, atenta a los detalles de la existencia cotidiana, con un ritmo apropiado y unos encuadres funcionales que respetan en todo momento la inteligencia del público. Recomendable.
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