(2) BLANCANIEVES Y LA LEYENDA DEL CAZADOR, de Rupert Sanders.

LAS CHICAS SON GUERRERAS
Resulta llamativo cómo una misma fuente original puede llevar a extremos tan peculiares y distantes. La del debutante Rupert Sanders, aclamado director de spots publicitarios, es la segunda película que se estrena este año basada en el célebre relato de los hermanos Grimm. Sin embargo, mientras que la versión ligera y colorista de Tarsem Singh, Blancanieves (Mirror, Mirror), parodiaba el edulcoramiento al que fue sometido por Disney en una desmitificadora comedia familiar, Blancanieves y la leyenda del cazador convierte el clásico cuento de hadas en una superproducción made in USA —su presupuesto alcanza los 200 millones de dólares—, transformándola en una tétrica aventura de corte medieval bajo los parámetros de la fantasía épica.
El resultado es un batiburrillo donde los elementos icónicos del cuento tradicional siguen presentes —la bruja malvada, el espejo mágico, la manzana envenenada, los siete enanitos, etc.—, pero mezclados astutamente con nuevos ingredientes que lo modernizan —la asunción de la protagonista en una especie de Juana de Arco, el cazador necesitado de redención, la formación guerrillera de los enanos, el incipiente trío amoroso entre Blancanieves y sus dos pretendientes, etc.— y servidos al público en clave de aventura, caracterizada por un ritmo trepidante pero reducida a una interminable persecución que alcanza las dos horas y cuarto de metraje. Asistimos, por tanto, a una actualización del relato adaptándolo a los gustos imperantes hoy en día —resulta evidente el mensaje feminista: las chicas de la película son las verdaderas y únicas protagonistas, el resto son una mera comparsa—, en una maquiavélica y colosal campaña publicitaria: la espectacularidad como reclamo, con el derroche técnico y artístico reservado a los grandes eventos como la saga de El señor de los anillos.
El universo mágico de Blancanieves y la leyenda del cazador —donde conviven seres mitológicos como los trolls y las hadas; brujas malvadas; bosques encantados; etc.— es recreado de forma convincente en un atractivo despliegue de efectos especiales y un diseño de producción —decorados, puesta en escena, etc.— sobresaliente. A ello se suma un plantel de reconocidos actores en cuya cúspide se encuentra la arrolladora personalidad de Charlize Theron en el papel de pérfida bruja, capaz de comerse cualquier personaje con el que comparte plano y plantearse el pésimo gusto estético del espejo mágico al considerar que la insustancial y apática Kristen Stewart es más bella que la anterior. La joven actriz, encasillada en la saga crepuscular que le dio fama, no puede evitar reproducir en todo momento ese rictus de adolescente ensimismada, a medio camino entre el éxtasis místico y su primer orgasmo.
No se puede decir que Blancanieves y la leyenda del cazador sea una mala película, pero huele a lo lejos su indisimulado propósito comercial. Carece de “alma”, ese cariz particular que dota a toda obra cinematográfica de vitalidad y autenticidad.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.