(4) LAS MALAS HIERBAS, de Alain Resnais.

UN ENCUENTRO FORTUITO
Sabine Azéma y André Dussollier parecen los intérpretes ideales para encarnar a los protagonistas de este magnífico film, no comprendido adecuadamente por muchos espectadores debido probablemente a la falta de esa coherencia lógica que caracteriza el sustrato de los relatos naturalistas, poblados de personajes dotados de una lógica tan precisa como fácilmente reconocible. Sin embargo, el pronto nonagenario Alain Resnais utiliza en esta película la misma libertad, casi absoluta, que puede manejar la literatura. Partiendo de un hecho vulgar y cotidiano, casi intrascendente, como es el robo del bolso de una odontóloga, lo que determina la sucesión de acontecimientos no va a ser otra cosa que el azar, el absurdo, las contradicciones, los impulsos irracionales, etc.
Todo lo cual nos permitiría hablar de una película con las características propias del surrealismo, recordándonos las últimas obras de Buñuel, y que es la adaptación de la novela El incidente, un texto altamente brillante y seductor en opinión del cineasta francés, uno de los escasos supervivientes de aquella Nouvelle Vague que revolucionó el cine mundial en los años 60. Las malas hierbas, con su aparente modestia, me ha parecido sin embargo una pequeña joya fílmica por la perfección y la singularidad de una narrativa dominada por una ironía soterrada y por una intención satírica tan efectiva como sutil, por todo lo cual hay que alabar también la valentía de su productor Jean-Louis Livi, el talento del co-guionista Alex Réval, la espléndida fotografía de Éric Gautier con sus fuertes colores y poderosos contrastes, y la música de Mark Snow, tan variada como hermosa.
La frescura e imaginación creadora de Resnais, volcadas en su escritura cinematográfica –planos de hierbas silvestres de carácter metafórico, la pantalla dividida en lugares y personajes distintos, el carácter obsesivo de los protagonistas, entre otros elementos narrativos y expresivos– refuerzan la verosimilitud de unas relaciones humanas que escapan de los que entendemos por “normales” y que son fruto quizá de las pulsiones psíquicas más oscuras e inconscientes de la pareja protagonista. El deseo se manifiesta así como un profundo misterio humano.
Una constante voz en off en tercera persona, la del narrador, confiere unidad de estilo a la variedad de situaciones.
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