(3) LAS NIEVES DEL KILIMANJARO, de Robert Guédiguian.

LOS NUEVOS MISERABLES
El último film que nos llega del realizador marsellés Robert Guédiguian, premiado por el Parlamento Europeo y en los festivales de Cannes y Valladolid, retoma el paisaje físico y humano de Marius y Jeannette (Un amor en Marsella) (1998), con Marie-Claire (Ariane Ascaride) y Michel (Jean-Pierre Darroussin) formando un veterano matrimonio que vive en la misma ciudad francesa del Mediterráneo. En este relato sobre el desempleo y sus consecuencias, debido a la crisis económica que afecta a un pequeño astillero del barrio portuario de l’Estaque, los asalariados son objeto de una reducción de plantilla mediante un inquietante sorteo, siguiendo unos como trabajadores, resultando otros pre-jubilados y quedando los más jóvenes en el paro, tentados por la delincuencia como medio para sobrevivir.
Las nieves del Kilimanjaro nada tiene que ver con la famosa novela de Ernest Hemingway llevada al cine por Henry King en 1952, sino que surge como la alusión de unas exóticas vacaciones en Tanzania por parte de la pareja protagonista y como una canción entonada por sus nietos en una fiesta familiar, del mismo modo que cuando se escucha “Muchos ríos que cruzar” de Joe Cocker se trata de una referencia a toda una generación, la del realizador de esta excelente película, probablemente una de las más lúcidas y emotivas del año y un raro ejemplo, junto al de Ken Loach, no ya del poco buen cine de izquierdas sino más en concreto del escasísimo que logra llegar a nuestras colonizadas pantallas comerciales.
Por esta vez no se trata del típico panfleto de buenos y malos, sino de una llamada al compromiso social que combina sabiamente las ideas progresistas y los nobles sentimientos en una contundente apología de la solidaridad obrera cuya generosidad podría parecer quizá demasiado ingenua a más de un espectador. No por casualidad la película está inspirada en el poema de Víctor Hugo (1802-1885) “La gente pobre” y en su desarrollo aparecen algunas citas de Jean Jaurés, el político socialista francés asesinado en 1914. Pero Guédiguian nos enseña también que la clase trabajadora del siglo XXI ya no es la misma que la del siglo XIX, y que incluso ahora es difícil hablar de conciencia de clase cuando las nuevas tecnologías, el trabajo personalizado, la diversidad de centros, cualificaciones y salarios, la proliferación de empresarios autónomos o la mejora generalizada del nivel de vida han consagrado el predominio de una ideología pequeño-burguesa según la cual la única distinción válida en la actualidad sería la que separa a los ocupados de los que carecen de trabajo.
El núcleo dramático esencial del film está constituido, no obstante, por el trauma de los viejos sindicalistas que son víctimas de un violento atraco, con las graves consecuencias de esta agresión no sólo corporal y económica sino, principalmente, moral. La fotografía de Pierre Milon es magnífica, habiendo preferido rodar en 16 mm, abandonando el formato digital de sus anteriores trabajos, en aras de unas imágenes de mayor realismo, mostrando trozos de vida mediante planos de corta duración unidos en una minuciosa labor de montaje.
De Las nieves del Kilimanjaro emana una intensa emoción, una arraigada fe en el ser humano y una noble esperanza de futuro, incluyendo la comparación de los que momentáneamente toman un camino equivocado y la comprensión de las jóvenes generaciones que, lejos del idealismo combativo de sus padres, se han refugiado en un confortable individualismo del cálido reducto hogareño.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.