(3) ADIÓS A LA REINA, de Benoît Jacquot.

LA LECTORA DE MARÍA ANTONIETA
Son numerosos los cineastas —S. Guitry, W. S. Van Dyke, J. Delannoy, A. Mnouchkine, E. Scola, P. Brook, J. Renoir, S. Coppola, A. Wadja, C. Huppert, etc.— que han abordado el tema de la Revolución Francesa, cada cual según sus propias convicciones ideológicas y sus particulares gustos estéticos.
Adaptación del libro homónimo de Chantal Thomas, Adiós a la Reina centra su atención en cuatro días de julio de 1789, con la simbólica toma de la Bastilla —la odiada prisión del Estado en París, símbolo del régimen liberticida y opresor— y el inicio de un período insurreccional que llevaría desde los Estados Generales a la Asamblea Nacional Constituyente, con el posterior juicio y ejecución en la guillotina, en enero de 1793, del rey Luis XVI y de su esposa María Antonieta —de 38 años, hija del emperador austríaco Francisco I—.
La película no es un riguroso análisis de este fundamental período histórico, con la caída del Antiguo Régimen de corte feudal, el ascenso de la burguesía ilustrada como nueva clase social hegemónica y el inicio de las modernas democracias, sino un relato de los hechos contemplados a través del “ojo de la cerradura”, con especial dedicación a la vida cotidiana en Versalles, las pasiones amorosas y las ocupaciones habituales de los residentes en palacio. Pero, lejos de toda tentación panfletaria, ejercicio militante o de un serio estudio de la “gran Historia”, Adiós a la Reina procurar mantener la objetividad estableciendo como eje de la narración al personaje de una jovencita de clase media baja —Sidonie Laborde, interpretada por Léa Seydoux— que ejerce de lectora de libros para María Antonieta rehusando el oficio de bordadora por considerarlo de inferior categoría.
A mitad de la película, sin embargo, cuando los acontecimientos se precipitan para limitar el primero y eliminar después el autoritarismo de la monarquía absolutista, los nobles ya manifiestan, acosados por el miedo, sus frivolidades, mezquindades y privilegios —junto al clero, estaban exentos de pagar impuestos y como políticos no respondían ante el pueblo—, mientras los criados se consideraban afortunados por servir a tales señores y poder disfrutar de albergue y comida.
Rodada en el auténtico palacio de Versalles y en otros castillos franceses con escasa iluminación artificial en aras de un mayor realismo (especialmente apreciable en las secuencias nocturnas), la película nos revela, como novedad más destacable, ciertas tendencias lésbicas de la reina aunque, a mi parecer, se echa en falta una mayor atención al contexto político de los sucesos, como fue el duro enfrentamiento entre el conservador “partido cortesano” propiciado por María Antonieta y el reformista “partido patriótico” integrado por gentes de pensamiento liberal como Lafayette, Mirabeau, Felipe de Orleáns, Talleyrand, Sieyes y otros.
Muy interesante la secuencia que cierra el film, con la criada Sidonie Laborde forzada a disfrazarse de aristócrata para intentar salvar la vida de los señores que huyen vestidos de sirvientes. Un ejemplo ilustrativo de la llamada “pequeña Historia”.
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