(2) UN LUGAR DONDE QUEDARSE, de Paolo Sorrentino.

LOS VIEJOS ROCKEROS NUNCA MUEREN
Confieso sentir cierta decepción ante este nuevo film de Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970), multipremiado guionista y director que lo ha considerado una evocación de Una historia verdadera (David Lynch, 1999) aunque personalmente me parece una caricatura involuntaria de París, Texas (Wim Wenders, 1985), ambas películas calificables como road movies pese a sus muy distintas características. En efecto, el guión y el estilo de Un lugar donde quedarse muestran una discutible coherencia, subordinados como están a un modelo narrativo que oscila entre la ausencia de lógica naturalista propia de lo onírico y la brillante vaciedad que caracteriza lo postmoderno.
En esta costosa producción, debido a la abundancia de localizaciones durante su rodaje en USA, parece que Sorrentino ha abordado el tema de los cazadores de antiguos asesinos nazis con más dosis de ironía que de dramatismo, aunque el resultado pueda considerarse bastante discutible por culpa de una estética de qualité que parece responder a la pretensión de entusiasmar al espectador con un trabajo dotado de la originalidad y el talento de los verdaderos “autores”: foto técnicamente perfecta con sugestivos colores, rebuscados encuadres con predominio del uso de objetivos gran-angulares, personajes de “composición” sin mucha profundidad, etc.
Sean Penn se esfuerza en convencernos de la densidad humana del protagonista que encarna, Cheyenne, antiguo rockero punk, ahora un cincuentón millonario que sigue conservando un aspecto gótico con su desfasado vestuario y su patético maquillaje. Su viaje desde Irlanda a Estados Unidos para asistir al entierro de su padre permite al espectador adentrarse en ambientes judíos más o menos ortodoxos pero también conocer la dedicación de algunos cazadores de nazis, ahora venerables ancianos, dispuestos a castigar sus atrocidades en campos de exterminio como el de Auschwitz. Todo lo cual, probablemente, constituye también una especie de confesión autobiográfica de Sorrentino sobre las conflictivas o inexistentes relaciones que mantuvo con su propio padre.
Un lugar donde quedarse constituye, sobre todo, una mirada paródica y desmitificadora sobre las viejas estrellas del pop-rock, aunque paradójicamente una de las cosas más interesantes del mismo es la presencia y la música del sensacional David Byrne.
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