(2) LOS DIARIOS DEL RON, de Bruce Robinson.

RESACA TROPICAL
Los entendidos de la obra literaria de Hunter S. Thompson, el creador del periodismo gonzo y uno de los escritores más innovadores y gamberros del siglo XX, coinciden en señalar como rasgos definitorios de su polifacética personalidad su osadía estilística, su descaro a la hora de retratar el inverso del sueño americano y su carácter inconformista y libertario. Nada que ver con la adaptación fílmica de una de sus primeras novelas, Los diarios del ron, cuando las semillas de su incendiario estilo estaban presentes pero no había generado esa singular fusión de fantasía, delirio y psicodelia con los discursos políticos y sociales de su tiempo.
Tras participar, bajo las órdenes de Terry Gilliam, en la adaptación de una de sus obras más conocidas en Miedo y asco en Las Vegas (1998), Johnny Deep asume ahora el protagonismo de su alter ego en Los diarios del ron, un film-homenaje que se desprende de los aspectos más engorrosos de su creación para revestirse de un halo de nostalgia y admiración del que fuera amigo personal del autor, convirtiendo la película en una versión amable apta para los que ven –o quieren ver– algún matiz romántico en la figura del escritor canalla.
Lejos de trasladar al lenguaje visual la esencia de Hunter S. Thompson, Los diarios del ron se estrella estrepitosamente ante el exotismo de los escenarios del film, esas playas paradisíacas pobladas de palmeras, y esos ambientes llenos de glamour con la presencia de un descapotable y de una rubia escultural como principal reclamo. La denuncia social se arrincona a breves brochazos de realidad, mientras que la omnipresencia del alcoholismo y la descripción de esa fauna humana pestilente y despiadada tan propia del escritor estadounidense se echan en falta.
Los diarios del ron narra la llegada, en los convulsos años 60, del periodista Paul Kemp a San Juan, la capital de Puerto Rico, fruto de su deseo de cambiar su trayectoria laboral. Tras entrar a trabajar en el diario local Star, conoce a un astuto y ambicioso empresario y, sobre todo, a su bellísima pareja. Pronto se verá envuelto en peleas con los portoriqueños, un pueblo expoliado y dominado colonialmente por Estados Unidos; negocios turbios en islas vírgenes, un megaproyecto urbanístico urdido por una clase empresarial y política corrupta; e incómodos tríos que conforman la trama principal de la película.
La sobria pero impersonal mirada de Bruce Robinson pretende poner de manifiesto una sana intencionalidad crítica a la aventura caribeña del protagonista, pero en términos generales Los diarios del ron carece de toda emoción, partiendo de una realización plana y convencional que no destaca en ningún momento del metraje. Falta la maldad y el atrevimiento de la pluma de Hunter S. Thompson, restando un simple producto comercial y anecdótico, pero de una muy cuidada factura y una elegante fotografía.
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