(2) EL ARTE DE AMAR, de Emmanuel Mouret.

LOS IMPONDERABLES DEL AMOR
Concebida como una recopilación de historias puntualmente entrelazadas al estilo Robert Altman y su Short Cuts (Vidas cruzadas), la última película del director y actor marsellés Emmanuel Mouret aporta una refrescante visión sobre las siempre enrevesadas relaciones amorosas, poniendo énfasis en los conflictos, las contradicciones y los altibajos ocasionados por el frecuente enfrentamiento entre el instinto y los sentimientos, entre el deseo sexual y el apego afectivo de un conjunto de personajes en su búsqueda incesante de la felicidad. Ello permite al realizador galo elaborar una serie de acertadas observaciones sobre, por ejemplo, la caprichosa naturaleza del amor y lo arbitrario/artificioso de sus normas y convenciones. Como curiosidad, el guión del propio Mouret surge de las notas que él mismo ha tomado a lo largo de la última década a partir de sus propias experiencias y de la contemplación de su entorno.
Pero lejos de pretender sentar cátedra y narrar el romance definitivo, algo que le restaría sin duda su original atractivo y cambiaría totalmente la esencia del film, El arte de amar se decanta legítimamente por el entretenimiento, esquivando cualquier análisis reflexivo y mostrando el lado más liviano del amor romántico. Así, pronto se evidencia su carácter lúdico y vodevilesco, con argumentos próximos al enredo decimonónico, abusando de las casualidades, los encuentros fortuitos, los equívocos y la suplantación de identidades. Todo ello enfocado a la consecución de un efecto cómico que logra desdramatizar el enamoramiento y sus consecuencias, convirtiéndose en una divertida terapia para los adictos al amor y para las víctimas de su tiranía.
El resultado es una agradable comedia sobre las relaciones de pareja, estructurada en episodios precedidos de un título explicativo, narrada en unas coordenadas que recuerdan el cine de Woody Allen (personajes de procedencia burguesa, actividades culturalmente elevadas, escenarios sofisticados, humor verbalizado…) pero a la francesa al mismo tiempo que desprende un aroma cercano al de ciertas comedias sentimentales de la Nouvelle Vague. Cual alumno aventajado de Éric Rohmer, Emmanuel Mouret se presenta como un retratista de la realidad más cotidiana, aunque privado del lirismo y de la agudeza intelectual del citado maestro. A pesar de la constante narración en off y de unos diálogos en ocasiones tan extensos como improbables, el ritmo es ágil y dinámico y las interpretaciones resultan verosímiles y naturales.
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