(4) KISEKI (MILAGRO), de Hirokazu Kore-eda.

DE NIÑOS Y TRENES
El quinto largometraje que nos llega del realizador nipón Hirokazu Kore-eda —tras Nadie sabe (2004), Hana (2006), Still walking (2008) y Air doll (2009)— es un magnífico film que recoge en gran parte la herencia de los viejos maestros del cine japonés, especialmente Ozu, Mizoguchi y Kurosawa. La sencillez y el lirismo, esta vez situados en el mundo de los niños, seguramente idealizados a sabiendas, propician las fantasías infantiles que resuelven a su modo la colisión entre la realidad más dura —el divorcio de los padres, la separación de los hermanos— y el deseo de vivir en un mundo donde lo más maravilloso pueda suceder.
Una fotografía espléndida, de una nitidez y de unos colores radiantes, caracteriza un relato en el que no falta la añoranza del refugio familiar, el rechazo de la gran ciudad, el disfrute de una tranquilidad más provinciana y, especialmente, la apología de una sugestiva naturaleza con sus campos y sus flores, con sus modernos trenes cuya enorme velocidad sugiere la posibilidad de prodigios y, sobre todo, el cercano volcán y sus perennes cenizas, una amenaza constante que, paradójicamente, podría mejorar las cosas.
La base argumental melodramática es anulada completamente por una mirada optimista sobre la existencia, con esos niños en edad escolar que hallan en la biblioteca y en la enfermería, con ingenuos amores platónicos hacia jóvenes muchachas incluidos, unos refugios que fomentarán sus ilusiones ayudándoles a superar los problemas de cada día.
La hermosa música del grupo Quruli nos evoca la serenidad, la alegría y el dinamismo de las aventuras de los niños, mientras el film nos habla del verdadero sentido de la vida, de lo que pareciendo corriente posee una dimensión realmente fantástica. Kiseki (Milagro) nos sumerge, en definitiva, en lo milagroso que resulta todas las experiencias —las agradables y las frustrantes— y todas las emociones —las placenteras y las dolorosas— sirvan para que la persona pueda caminar y evolucionar hacia la madurez.
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