(3) TRES VECES 20 AÑOS, de Julie Gavras.

LA DIFICULTAD DE ENVEJECER
Los miembros de un matrimonio roto, el arquitecto Adam y su antigua esposa Mary, sólidamente interpretados por William Hurt e Isabella Rossellini –la hija de Ingrid Bergman y del gran director italiano– no sólo remiten en su reencuentro a una larga vida pasada en común sino al inicio de ese duro e inevitable itinerario que va de la madurez a la decrepitud, lo que algunos denominan la “crisis de los 60”, cuando uno empieza a darse cuenta del progresivo deterioro físico y mental que le está causando el paso de los años, una fatalidad biológica que puede plantear serios inconvenientes personales ya que el envejecimiento no sólo se refiere a la decadencia corporal: la mujer puede ver mermada su autoestima al volverse invisible por la disminución de su atractivo sexual mientras el hombre intenta compensar su declive mediante la compulsiva dedicación a un trabajo, a veces brillante y prestigioso, que a veces representa la manifestación de un estilo creativo personal y no necesariamente la mera repetición de unas actividades profesionales.
Pero Tres veces 20 años no es un drama pesimista sino una comedia romántica sobre la madurez y las relaciones de una ex pareja con hijos, familiares y amigos, sobre la entrada en la llamada “tercera edad” y sobre la dificultad de asumir la realidad, la llegada de una nueva etapa vital que exige una readaptación al entorno así como la aceptación no traumática de los cambios que se producen en uno mismo. La vejez no sería por tanto la consecuencia de una experiencia anterior sino el resultado de una mirada concreta de los demás.
Vale la pena sonreír y meditar sobre estas cuestiones viendo el segundo film de Julie Gavras, hija del famoso cineasta Costa-Gavras, autora del guión junto a Olivier Dazat, una película francesa pero rodada en lengua inglesa que me ha traído a la memoria una conversación que mantuve con el ya fallecido profesor universitario José María López Piñero, catedrático de Historia de la Ciencia que, una vez jubilado, se lamentaba de que nadie le reclamara ya para aprovechar sus amplios conocimientos. Sus muchos reconocimientos académicos no evitaban pues su infundado temor a caer en el olvido, como suele suceder también a muchos artistas que reciben el premio a toda una vida profesional y lo consideran el anuncio de su inminente muerte creativa cuando no la falta profecía del fin de su existencia.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.